Las novelas visuales son uno de los mejores ejemplos de género de nicho, quizás por el hecho de suprimir en mayor o menor medida la interacción entre el usuario y el videojuego, algo representativo del medio. Lo cierto es que en tierras orientales funcionan muy bien, pero es difícil verlas triunfar fuera de esos lares. Por eso sorprende, gratificantemente, que algunas consigan pasar la criba y lleguen finalmente a Occidente. Ejemplo de ello es Utawarerumono: Mask of Deception, que nos trae una experiencia de novela visual con una taza de RPG táctico.
Aunque Utawarerumono (la franquicia, que no el título del que hablamos) suele ser catalogada como juego táctico con tintes de novela visual lo cierto es que resulta todo lo contrario. La narrativa en la serie es la protagonista principal. Con éstas, el combate sirve como aderezo y ayuda a mantener la experiencia un tanto más fresca, añadiendo ese factor de interacción que los jugadores menos pacientes buscan. Es una gran forma de traer el género a nuestras tierras pero en la práctica no funciona tan bien como suena a priori.
Mask of Deception parece beber mucho de la animación japonesa estándar. Su historia nos pone en la piel de un joven que despierta, amnésico, en bosque nevado. Al poco, le ataca una especie de insecto gigante y Kuon, una misteriosa chica con orejas y cola de animal, le salva la vida. La pintoresca pareja acaba viajando a la capital imperial, donde se verán envueltos en una serie de acontecimientos bélicos y extrañas revelaciones. A esos tropos tan clásicos del anime se suman otra docena más entre la enorme cantidad de mujeres que contiene el juego (cada una con una personalidad «clásica» diferente, como la tsundere) y el humor descarado y picante del que hace uso. Por suerte el juego demuestra ser consciente de en qué momento se halla y adapta su tono de forma adecuada a cada escena, haciendo de las secciones cómicas algo más ameno y sumando tensión a las realmente importantes.
En contraposición a lo anteriormente comentado encontramos una de las peores facetas que podría extraer del género anime: el relleno. El juego contiene demasiado contenido poco relevante que, si bien, sirve para conocer mejor a los personajes que te rodean y descubrir curiosidades sobre su mundo, acaba resultando tedioso. Demasiado tedioso. Y es un problema porque su historia es realmente buena (aunque tarda entre quince y veinte horas en arrancar) pero acaba diluida entre tanto contenido extra. En otro tipo de juegos podría redireccionarse en forma de misiones secundarias, pero aquí se convierten en bloques y bloques de texto que apenas aportan nada y se acaban siendo un lastre para el avance de la trama principal.
Los combates son más de lo mismo. Se entiende que no son el contenido esencial del juego por lo que no sorprende que se libren cerca de veinte combates en toda la extensión de su trama. Además sirven como vehículos narrativos, llevando al jugador a cumplir cierto objetivo, en consonancia con el arco argumental, antes que a diezmar al ejército enemigo. Su estructura se asemeja a la de Fire Emblem, delimitando el movimiento de las unidades en casillas y haciendo uso de un triángulo de seis elementos, forjando así un sistema de debilidades y fortalezas muy competente. Realmente da la sensación de que su sistema de combate puede dar para mucho más y, aún siendo consciente del género del juego, se echa en falta tener la posibilidad de enzarzarse en alguna escaramuza más. Se compensa, en cierta manera, permitiendo al jugador repetir las batallas libremente para subir de nivel, cosa que nunca llega a ser necesaria porque la dificultad es prácticamente nula y el juego no duda en poner ayudas al jugador.
En general Utawarerumono: Mask of Deception es una larga lista de «sí pero no». Cuenta con una serie de elementos que lo hacen único y enormemente disfrutable. Su historia resulta interesante, sus giros de guión no dejarán indiferente a nadie y sus personajes tienen un gran carisma y personalidad. Además su tono se adapta a la perfección a cada momento, acompañando a la historia con acierto. Pero sus problemas pesan casi tanto como sus virtudes: la historia tarda tanto en arrancar que parece avanzar sin rumbo fijo y contiene tanto fragmento argumental nimio y pasable que es fácil olvidar en qué punto de la historia se encuentra uno. Sus combates, por otro lado, gozan de un notable mimo por parte de sus creadores pero están desaprovechados. Son escasos y el reto que plantean (el hecho de cumplir un objetivo en concreto) acaba perdiendo peso por las facilidades que ofrece el sistema. Desde luego, no es un mal juego, pero podría haberse pulido mucho más con una serie de pequeños detalles. Alienta saber que en septiembre llega la segunda parte, Utawarerumono: Mask of Truth, que podría arreglar todos estos problemas.