The Witness viene de la mano de Jonathan Blow, que ya nos mostró de lo que era capaz con Braid en 2008. 8 años después, y con la ayuda de Thekla, Inc., vuelve a reafirmar su increíble talento con este videojuego de puzles que conseguirá sacar todo nuestro potencial, e incluso un poco más.
Si en algo podemos estar todos, o casi todos, de acuerdo es en que 2016 ha sido un gran año en la industria del videojuego, pero, por desgracia, no ha sido hasta hace poco que no he podido disfrutar de una de las mejores obras que nos ha dejado, y no me podría arrepentir más de no haberlo hecho antes.
The Witness es un juego de puzles en primera persona que se sale de lo común en varios aspectos. Si se puede comparar con algo es con el célebre “diseño por sustracción”, que dotó de fama a Fumito Ueda y con el que el desarrollador japonés omite todo lo que pueda suponer una distracción o que simplemente no aporte nada significativo a sus obras. De hecho el título de Jonathan Blow tiene más similitudes con algún que otro juego de Ueda ya que The Witness ha estado en desarrollo la friolera de 7 años.
Pero bueno, ¿qué es The Witness? The Witness es un gran puzle. Puede sonar estúpido e incluso redundante, pero a diferencia de la gran mayoría de títulos del mismo género no estamos ante habitaciones interconectadas en base a una progresión lineal. Estamos en una isla que nos invita a que la exploremos y en la que la única barrera será nuestra capacidad de resolver los problemas que se nos presentarán.
La mecánica en torno a la que giran todos los puzles es realmente simple: conectar un punto con otro, ya sea dentro de simples líneas rectas o de verdaderos laberintos. En un principio puede parecer aburrido cuanto menos, pero en Thekla han conseguido exprimir esto hasta la saciedadañadiendo, según avancemos, más y más reglas que conseguirán que nos desesperemos y nos frustremos con más de un puzle. Voy a ser directo, el diseño de los puzles es brillante, tanto que en más de uno se me ha escapado una sonrisa de incredulidad al resolverlo. Así es como The Witness consigue elevar la satisfacción de resolver un puzle a su máximo exponente, nos pone un obstáculo y el premio por atravesarlo no es más que una sensación indescriptible de realización. Bueno, eso y más obstáculos.
Obviamente, uno no nace sabiendo y todas las mecánicas nuevas están muy bien explicadas en distintos puntos de la isla con puzles muy básicos para que nos hagamos a ellas sin ningún tipo de problema.
Por otro lado, el apartado artístico cumple con su propósito completamente, facilita que nos sumerjamos de lleno en el título y, junto al sonido, hace de la experiencia algo natural y orgánico. Pese a frustrarnos con un puzle, siempre podremos apartar la vista a un lado y quedar maravillados con cualquier paisaje del juego. Porque si hay algo que nos llama la atención de The Witness desde el principio es lo increíblemente bonito que es.
Una de las primeras dudas que nos asaltarán al despertar en esta isla será saber nuestro propósito en ella, porque claro, es un videojuego y en cualquier momento vendrá alguien que nos diga nuestro deber, o que al menos nos oriente. Este es uno de los aspectos en los que The Witness se aleja del videojuego tradicional, en ningún momento nos va a hablar ni nos va a decir lo que tenemos que hacer (a excepción de los audios que encontraremos perdidos por la isla, que no son más que citas).
Que la isla nos dé tanta libertad tiene un propósito, aunque tengamos que resolver todos los puzles no se nos atosigará para que lo hagamos. Si una barrera es demasiado alta ahora mismo, intenta superar otras que ya tendrás tiempo de volver. Esa es la filosofía que el propio juego quiere que sigamos.
Jonathan Blow quiere que desde el primer momento comencemos a sacar nuestras propias conclusiones y, como ya he mencionado, que nos perdamos en la isla. Porque, al fin y al cabo, lo más importante casi siempre es el viaje, y The Witness quiere que lo disfrutemos. Porque claro, esta isla esconde muchos más secretos de los que cualquiera puede imaginar a simple vista y resolviendo los puzles principales no haremos más que ver una parte de lo que el título nos ofrece.
The Witness es otra gran muestra de lo que el medio puede ofrecer y todo lo que se diga sobre él es poco. Es un videojuego casi obligatorio, más aún si en algún momento te han interesado los puzles, y estoy tan seguro de que el recorrido en la isla de cada jugador es tan distinto que cada experiencia es algo único.