Hong Kong Massacre

The Hong Kong Massacre


Cuando era pequeño y veía ciertas películas me resultaba imposible no soñar con cómo serían en formato videojuego. En casos como Matrix o Misión Imposible, tuve bastante suerte y no hizo falta esperar mucho para ver el sueño cumplido, pero con otro tipo de películas hubo que esperar un poco más. El cine de acción chino de los 80 ha pasado muchísimo tiempo huérfano de una adaptación capaz de trasladar la intensidad de todos esos tiroteos entre nubes de vapor de puestos de comida rápida a pie de calle. Y aunque juegos como Stranglehold o Max Paynecanalizan parte de esa energía, lo cierto es que el picor seguía ahí. Por eso, cuando se te planta delante un juego que promete fusionar todas estas influencias con nada más y nada menos que Hotline Miami, el juegos de acción más auténticamente violento del pasado reciente, la oferta se vuelve irresistible.

La propuesta de The Hong Kong Massacre es de todo menos deshonesta, basta ver treinta segundos de cualquier vídeo sobre el juego para entender con exactitud qué es lo que propone aquí, y esa facilidad para entender se traslada también a la hora de jugar. Una de las virtudes de The Hong Kong Massacre es precisamente la transparencia y claridad con la que manifiesta sus intenciones, tanto a nivel de presentación e interfaz como mecánico y jugable. Es un título que se presenta desde esa filosofía tan agradecida para los juegos de acción del “fácil de entender, difícil de dominar”, y que sabe tocar las teclas adecuadas para ganarse el interés y la atención del jugador durante los primeros compases de juego. A pesar de que las similitudes con el título de Dennaton Games son quizá algo exageradas en la primera toma de contacto, el énfasis en las armas de fuego y sobre todo, el añadido de un sistema de tiempo bala —algo que no puede faltar en cualquier juego que busque homenajear a John Woo— y la posibilidad de hacer piruetas para esquivar las balas dibujan un perfil con suficiente personalidad para no reducirlo a un copia-pega de su referente.

No parece hacer falta nada más para conseguir capturar esas coreografías de plomo entre madera y cristales rotos del cine que se busca homenajear, pero, los problemas no tardan en aparecer. La promesa que extienden los primeros minutos de juego sufre un traspiés cuando el sistema de progresión empieza a hacerse patente. Acompañando a la estructura totalmente convencional por niveles hay un sistema de puntuación que es, por desgracia, el principal enemigo del juego. Además de requerirnos superar el nivel, el juego nos invita a mejorar la puntuación cumpliendo una serie de condiciones adicionales. Un sistema así parece necesario para evitar que la acción se vuelva excesivamente rutinaria y repetitiva, pero el problema radica cómo se ha planteado. Para empezar, los retos son idénticos para todos los niveles: superarlo en menos de cierta cantidad de tiempo, con puntería perfecta y sin utilizar el tiempo bala, de manera que lo que debería servir de catalizador para la acción, termina teniendo el efecto justo contrario, el de restringirla y encorsetarla.

Cuando uno piensa en el cine de Ringo Lam o Johnnie To, y, de hecho, cuando se piensa en el cine de acción en general, las palabras que necesariamente deben venir a la cabeza son tensión, emoción, visceralidad. La acción debe ser siempre directa, espontánea, y solo cuando se cumple esta condición se pueden empezar a introducir las dosis adecuadas de orden para dirigir el caos y convertir la matanza en auténtica danza. Cuando esto no sucede, el resultado es artificial, torpe, incómodo. The Hong Kong Massacre fuerza sobre el jugador una necesidad de cálculo, de contención en el estilo de juego que choca de forma directa con lo que el juego parece buscar. Ignorar todo esto y jugar de espaldas al sistema de puntuación es, por supuesto, una opción, y seguramente la mejor manera de extraer el valor del título, pero termina generando una sensación desagradable de estar remando, de estar realizando un esfuerzo activo por encontrar el disfrute que el juego debería ofrecer sin interferencias y obstáculos.

Todo sería distinto si la acción fuese solamente un pretexto, un complemento a la dirección artística o narrativa, pero por desgracia no es el caso. La trama parece ser un añadido circunstancial, con un guión innecesariamente espeso y enrevesado que contribuye aún más a esa sensación de juego confundido y sin las cosas claras. El diseño de niveles se resuelve en lo puramente funcional y el resto de elementos, si bien no desentonan, tampoco hacen lo suficiente por elevar el conjunto. The Hong Kong Massacre no es, a pesar de todo, un mal juego, pero sí es uno que dispara mucho más bajo de lo que desgraciadamente se podía esperar de él. Cuando todo encaja y uno consigue olvidarse de sus aspectos más flojos puede llegar a apreciarse el gusto y amor por sus referentes, pero sus tropiezos hacen que el aprecio sea solo intermitente.

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