Tiempo ha que películas como The Matrix y Dark City se propusieron el reto de revolucionar el género de la ciencia ficción con propuestas tan similares en cuanto a fondo como contrarias en su búsqueda de un público objetivo. Ya no tanto por un uso innovador en lo que a efectos visuales se refiere, sino por esa mezcla perfecta entre la acción más palomitera y unos guiones cargados de temas filosóficos amparados en el mito de la caverna de Platón. Porque tratar los peligros que entrañan los mundos virtuales, la percepción del ser humano y la acuciante necesidad de huir cual escapista frente a los problemas que forman parte de nuestra realidad no es algo que se viera todos los días.
Quizá sea por eso que la gente de FuRyu quiso realizar su propia versión con The Caligula Effect: Overdose, pero insertándolo dentro del ámbito escolar al más puro estilo Persona. Una descripción que no es baladí, ya que Tadashi Satomi, guionista de sus dos primeras entregas, es el que ha llevado a cabo este monstruo de Frankenstein. Con estos elementos sobre la mesa, cabría esperar un producto a la altura de tamaña ambición, pero lo cierto es que el juego ha sido víctima de la misma. Y no porque el material de base sea malo, sino por ese conformismo que se extiende a lo largo de la aventura.
Sí, The Caligula Effect: Overdose intenta hacer méritos a la hora de adaptar los estados mentales y emocionales de sus personajes a los tiempos actuales. Al fin y al cabo, muchos hemos sentido no estar a la altura de lo que esperábamos. A veces hemos caído en un estado de desesperación intensa, e incluso sentimientos como la tristeza y la melancolía han estado a la orden del día. Un caso no tan extremo es la incapacidad dar el primer paso de forma enérgica para decir a esa persona lo que sentimos. Al final ocurre que todas estas tentativas no pasan de ser meros clichés. Y ni siquiera el acto de rebeldía que profesa la parte protagónica y su afán por salir del sistema es capaz de pasar de la superficie. Es decir, son como un conjunto de buenas ideas que no consiguen saltar a la parte práctica.
Menos trillada resulta una banda sonora que, a base de unos pocos temas, consigue transmitir la influencia que ejerce μ sobre todos los que pueblan el imaginario mundo de Mobius. Así pues, una entidad artificial bajo la apariencia de una idol japonesa, se ha convertido en ese pequeño bote salvavidas para todas aquellas personas que quieren olvidar su dolor y los problemas inherentes de la realidad. Por desgracia, su anhelo por hacer el bien provoca que esta suerte de mundo digital esté abocado a su propia destrucción. Un mundo en bucle constante donde todas las personas están controladas por el poder de la música, mostrándose ignorantes frente a lo que hay más allá. Por ende, la intencionalidad de usar dos piezas musicales juega aquí un papel importante, ya que está al servicio de la historia y no como un mero complemento.
Esta recurrencia también se extiende a los combates que pueblan el desarrollo de este The Caligula Effect: Overdose. ¿Y para qué apelar a la vía de la violencia en pos de resolver un conflicto? Sí, combatir contra enormes monstruos y criaturas de todo tipo poniéndonos en la piel de un héroe forma parte del ADN de cualquier JRPG, no tanto el sino de unos estudiantes que no han recibido el entrenamiento pertinente. Sin embargo, se trata de una necesidad imperante si queremos defendernos de los ataques de los Digiheads, versiones distorsionadas de sus habitantes conscientes de que nuestro acto de rebeldía puede poner en peligro todo lo que ha construido μ.
Dicho sistema de defensa recibe el nombre de catarsis, ese proceso de liberación de las emociones negativas mediante el cual nuestros protagonistas liberarán unas armas con varias habilidades en su haber. De esta forma, se llevarán a cabo unos combates por turnos cuya principal característica es la posibilidad de encadenar combos entre los distintos miembros del equipo. Asimismo, las acciones que realicemos se mostrarán previamente a partir de unas barras de tiempo que nos permitirá desarrollar la estrategia más efectiva. Es una pena que el desarrollo de las batallas tenga siempre la misma resolución por culpa de una dificultad que brilla por su ausencia.
Fruto de este descontento puede deberse a que este servidor también haya sido víctima de la recurrencia de Mobius y su insistencia por mantenerme en un paraje idílico, un mundo de ensueño. Es más, tal vez me haya convertido en aquello que combaten sus protagonistas con el fin de salir airosos, en un Digihead, y sea incapaz de ver algo más en un JRPG cuyos principales atractivos residen en unos buenos cimientos y la importancia de su banda sonora. Porque el resto de la vivienda no prospera como cabría esperar, quedándose en una oportunidad perdida que solo disfrutarán aquellas personas faltas de cartuchos dentro del género al que representa.