Una de las cosas más arriesgadas que un diseñador puede hacer es ir completamente a contracorriente. Los jugadores estamos acostumbrados a medir lo que nos podemos esperar un título conociendo únicamente el género de este. Etiquetas como “novela visual”, “shooter”, “matamarcianos” o “plataformas” sirven para que sepamos si una obra debería estar en nuestro radar o no aunque aún no sepamos nada sobre ella. Para The 25th Ward: The Silver Case y, más concretamente, Suda51 todo esto esto es inconsecuente. Las normas no están escritas para ellos, sino que son un elemento a contradecir. Las convenciones de cómo deberían ser las novelas visuales son algo que está ahí únicamente para ser ignorado o demolido en busca de crear una identidad transgresora y complicada.
The Silver Case llegó por primera vez a Occidente en el año 2016, y lo hizo en forma de remasterización. Ahora, en 2018, tenemos ante nosotros The 25th Ward: The Silver Case, la secuela que originalmente fue lanzada para móviles japoneses en 2005. Al ser un título para una plataforma tan escueta, limitarse a actualizarlo no era una opción, por lo que el equipo de Grasshopper Manufacture decidió que tocaba darle el tratamiento de remake. Siendo francos, hace un par de años esto sería impensable, y es la prueba fehaciente de que The Silver Case funciona. La industria del videojuego y su público han avanzado tanto que un título que pasó desapercibido por ser demasiado experimental en 1999 ha conseguido hacer click con usuarios que se lo han encontrado más de 15 años después de su concepción.
The 25th Ward recoge el testigo de su precuela, el primer trabajo de Grasshopper Manufacture y una de las novelas visuales más peculiares y únicas que habitan nuestra industria. El hecho de ser la segunda parte de una obra tan singular viene con dos consecuencias: una favorable y otra no tanto. Por un lado, aquellos interesados en la duología vienen ya preparados para la montaña rusa de sinsentidos que, sin duda alguna, estará presente en esta segunda parte; por otro, es difícil que tenga el mismo impacto sobre su público, el cual ya está más o menos al corriente de lo que está por venir. Para remediar esto, el título se desmarca haciendo algunos malabares más con su tono y su estructura.
Las historias contadas en The 25th Ward tienen lugar después de The Silver Case. Entrando en pocos detalles sobre lo que pasó con personajes tan importantes como Big Dick, esta trama conecta con la de su predecesor lo justo: habla sobre Kamui, nos cuenta algo sobre lo que sucedió tras el final del título original y se prepara para expandir su universo y su imaginario, y esto lo hace en todos los aspectos. Esta vez hallaremos tres escenarios completamente distintos, en contraposición a los dos que se podían ver en el título original. Estos siguen las tramas de personajes de lo más variopintos, desde viejos conocidos hasta nuevos actores de la obra. Todas tienen en común dos cosas: el lugar en el que transcurren (The 25th Ward, un territorio con amplias raíces autoritarias que cuenta con una gran variedad de mecanismos extremos para disfrazarse a sí mismo de la mayor de las utopías) y el sentimiento que transmiten las historias. Imagino que alguna vez os ha pasado: os despertáis de un sueño que parecía muy real y os cuesta un poco diferenciar lo que habéis presenciado de la realidad, los detalles son difusos, los hechos confusos y todo está un poco borroso. Eso sí, os habéis implicado tremendamente con lo que acaba de pasar en vuestra cabeza. Esta es la mejor manera de definir los hechos que presenciaremos en esta obra de Suda51. Muchas cosas no tendrán sentido pero, si conseguimos aceptarlas como son y fijarnos en lo importante, nos podremos vislumbrar una trama diferente, apasionante y con una gran cantidad de matices. De su predecesor este título hereda una cosa importantísima para la identidad de la duología (y de la “saga”, si contamos los demás títulos que conforman este elenco temático): la banalización de la extrema violencia (ya sea física o verbal) y la muerte, que son tratados como algo natural, e incluso como un trabajo. Esto vuelve a darle mucha identidad al título, y ayuda a ese aire etéreo e irreal que he comentado antes, ya que choca enteramente con los valores de nuestra sociedad.
Como ya demostró el creativo japonés en The Silver Case, cosas como la comodidad del jugador, la transparencia o incluso el buen diseño ocupan (u ocupaban, mejor dicho) un segundo plano para él. Lo principal en esta obra tampoco es la historia como tal, sino el mero hecho de contarla. Tal es así que no entenderemos muchos de los sucesos relatados hasta que hayamos pasado por varios capítulos de los otros escenarios. Incluso el final del juego es algo que se aleja bastante de lo convencional, llegando a la conclusión de que literalmente da igual qué desenlace se le ponga a esta historia. Lo importante ya pasó, lo importante ya lo vimos, lo importante es haber vivido la experiencia y el resto no es más que una mera formalidad. Lamentablemente esto hace que estemos ante un juego tosco, obtuso y tradicionalmente poco accesible en muchas de sus facetas.
Como en el título anterior, The 25th Ward mezcla la narrativa con puzles. El problema es que, mientras que ser obtuso con la narrativa le da más encanto al título, el crear acertijos con soluciones poco claras y arbitrarias sólo consigue crear frustración en el jugador. Si bien entiendo que esto forma parte de la filosofía de diseño que se podía ver en The Silver Case (y más adelante en títulos como Killer7), se puede ver que la ejecución en esta ocasión es tosca, poco acertada y un obstáculo entre quienes quieren seguir disfrutando de este torrente de sinsentidos.
En definitiva, The 25th Ward es una obra que blancos y negros, pero también de grises. Hay que ser capaz de ver sus virtudes, las cuales están bastante escondidas, y aceptar que a su creador le importa más su obra y su estilo que nosotros. Puede ser frustrante y tosca, pero eso no es nada que no nos esperásemos de la secuela de The Silver Case.
Como ya pasaba con The Silver Case, este título forma parte de la saga temática conocida como “Kill the Past”, la cual tiene en su centro el desprenderse de un pasado al que estamos encadenados para poder crecer como personas y seguir con nuestra vida. Es irónico, pues, que esta obra (y todas las que conforman ese conjunto) sean experiencias tan inolvidables, pero así es Suda.