RUINER

RUINER, violencia cyberpunk

Corrientes y géneros narrativos hay a montones, y todos tienen sus formalidades propias. Sin embargo, uno de ellos destaca más de lo habitual, en este momento de nuestra historia. Se trata del cyberpunk, una rama de la ciencia ficción que mezcla alta tecnología con un bajo nivel de vida, de base. Generalmente, se usa al cyberpunk como un espejo a nuestra sociedad, de forma más literal que en otros géneros. Así, en estas obras nos encontraremos temas de actualidad o temas filosóficos que resuenan con el receptor de su tiempo. Además, como la propia palabra indica, el cyberpunk implica rebeldía. RUINER es cyberpunk puro, desde la estética hasta los temas, pasando por la mencionada actitud rebelde y contracorriente.

Por otra parte, la ultraviolencia es un tema tratado en algunas ocasiones en la ficción. Básicamente, consiste en llevar a los personajes de una obra a realizar actos de extrema crueldad de forma indiscriminada y sin razón aparente. Con esto, se busca crear una reacción en el receptor, generar una fuerte respuesta emocional, llevarle a preguntarse dónde pueden estar los límites. La ultraviolencia es un buen vehículo para cuestionar la razón misma de la violencia y de sus vías. Y RUINER es ultraviolento, vaya si lo es. No ha sido el primer videojuego en serlo; por ejemplo, me viene a la cabeza Hotline Miami (2012), pero sí es muy bueno en este campo. De hecho, RUINER es tan violento que tuve que jugarlo en sesiones cortas; la mezcla entre la acción, la estética y el apartado sonoro generan agotamiento; es difícil seguirle el ritmo.

RUINER mezcla estas dos vertientes, y las mezcla bien. Personalmente, me produce simpatía la mezcla de algo tancyberpunk como la rebelión contra el sistema con algo como la ultraviolencia. Era algo que ya vimos en, por ejemplo, la película anime AKIRA (1989), donde la vía de escape para la juventud era pelear. La de RUINER es una historia de venganza: rescatar a nuestro hermano secuestrado por Cielo, la megacorporación que domina la ciudad de Rengkok.

Para encontrar a nuestro hermano, deberemos abrirnos paso(a palazos o balazos) por pisos y pisos del brutalismo arquitectónico más salvaje. Atravesaremos fábricas, factorías, garajes y otros entornos altamente urbanos; un descenso a un infierno de metal y cemento que desgarrará más y más la poca humanidad que le queda al protagonista.

Esto no es una exageración: el protagonista bien podría no tener rostro bajo su máscara, que no importaría en absoluto. Además, la única vía de comunicación que posee son gestos, como asentir, gruñir o encogerse de hombros. El personaje más importante de RUINER sólo puede expresarse empleando expresiones corporales primitivas o golpeando cosas. El protagonista no es más que una herramienta, tanto para Ella, la hacker coprotagonista, como para el jugador. Para Ella, una herramienta que le llevará a conseguir sus objetivos. Para nosotros, una herramienta de evasión, una forma de alejarnos un poquito del mundo real.

RUINER también se permite comentar, en algunas ocasiones, la propia dirección de la existencia; en muchas ocasiones, escucharemos a personajes hacer alusiones a mundos simulados, a gente siendo controlada… Cuestionando la propia naturaleza del videojuegoy la del videojugador, ya que estamos.

La forma en la que percibimos el horriblemente hermoso Rengkok es una habitual, pero ajena y alienante al mismo tiempo. Nos encontramos con entornos saturadísimos, tanto en sus colores como su población. La gente vive por y para sus asuntos, encerrados en microuniversos rutinarios personales. Algunos, incluso, se dedicarán a encargarte trabajitos de dudosa moralidad, tanto para ti como para su objetivo. Además, aquí siempre nos acompañará una pieza compuesta por Susumu Hirasawa, ominosa e irreal, que eleva la experiencia a algo onírico, psicodélico. Desde luego, todos los apartados del juego están cuidadísimos, pero la ambientación merece halagos aparte.

Aun así, el quid de la cuestión se encuentra en otro lugar. O lugares. Los lugares más oscuros de Rengkok, que patearemos siguiendo o buscando pistas que nos lleven a nuestro objetivo. Aquí, claro, entra el factor obstáculo: siempre habrá gente cuyos intereses choquen con los nuestros. Sean matones, policías, mafiosos o incluso literales máquinas de matar, todos querrán ejecutarnos. Y seguramente lo consigan, pero podemos reintentar casi instantáneamente, así que tampoco perdemos mucho. El ritmo jugable, con acción casi ininterrumpida y la compañía de su dura banda sonora witch-house, crea una sensación cruda y animal, llevándonos por donde quiere con sus beats y los golpes y disparos, propios y ajenos. El equipamiento, los power-up, el árbol de habilidades… Existen casi como decoración. Vivimos por y para matar, con lo primero que pillemos.

RUINER es un perfecto retrato de nuestros deseos e instintos más arraigados: hay sexo (insinuado), muerte y ensañamiento. El neón cubre nuestro rastro asesino, bendiciendo con su luz artificial ciudades simuladas de países ficticios. Pero el verdugo es muy real, y está dentro de nosotrossólo necesitamos una excusa.