Hace ya más de 7 años que me inicié en esto de “los Souls”. Corrían comienzos de 2013 y ya llevaba bastante tiempo oyendo hablar de Dark Souls, un videojuego con una filosofía, modus operandi y ambientación muy únicos, sobre todo para los años que corrían. Por azares del destino, no fue esa entrega la que me inició en los action RPG de From Software. Ese año, me hice con una PlayStation 3 y una suscripción a PlayStation Plus. ¿La razón de esta adquisición? Estaban “regalando” Demon’s Souls con él. Mientras que gran parte de mis amigos (y de internet en general) estaba maravillándose con el juego publicado por Bandai Namco, yo me perdía dentro del juego que lo empezó todo, aquel que llegó de manera inesperada y trajo consigo un aluvión de importaciones hasta ser publicado en Occidente. Antes de Dark Souls, ya que tenía la oportunidad, quería ver qué había detrás de ese juego casi mágico sobre el cual no sabía absolutamente nada.
Conozco a bastantes personas que tuvieron un comienzo rocoso con la saga. Gente que empezó alguno de sus títulos, no llegó a congeniar con ella, decidió dejarla para más adelante y luego ya sí que se sumergió. No fue mi caso, ya que se trató simple y llanamente de amor a primera vista. Me pasé los siguientes días y semanas literalmente pegado al mando, incapaz de soltarlo. Horas y horas visitando todos sus rincones, descubriendo sus secretos, entendiendo sus ideas y su idioma, y, ante todo, empapándome de sus peculiaridades, de su encanto, de sus sistemas ortopédicos, su presentación etérea y su personalidad modesta, arcaica y desactualizada. Todo eso es lo que hace que, al menos para mí, Demon’s Souls sea especial. No se trataba de un juego puntero y eso no solo no era un contratiempo, sino que jugaba a su favor. Parte de su identidad y encanto venía, precisamente, de ser algo denso y torpe, un diamante en bruto y no uno pulido.
Ahora, a finales de 2020, por fin ha llegado el remake que tanta gente ha pedido y… la verdad es que tengo varias opiniones conflictivas entre sí al respecto. Después de haberlo visto de cabo a rabo, he de decir que el juego es prácticamente el mismo. El castillo de Boletaria sigue teniendo las mismas habitaciones, la batalla contra el Storm King sigue siendo una pasada y el Dragon God es exactamente igual, ¡qué remedio! He oído a muchas personas decir que es “demasiado fiel”, en el sentido de que muchas de las tosquedades del original aún están en esta nueva versión, y no solo estoy de acuerdo, sino que me parece bien. No creo que sea una obra que haya envejecido mal, y me gusta que mucha gente pueda entender qué es lo que dio origen a algunos de los títulos más importantes de la última década. ¿Tiene cosas mejorables? ¡Por supuesto! Pero eso no siempre tiene que significar una necesidad de ser actualizado, los defectos también deben de tener un lugar en el que existir.
Agradezco esta negación a modernizar varios aspectos del juego, pero esto también hace que me plantee la razón de ser de este remake. Cuando veo al Demon’s Souls de la PlayStation 3, no me parece que haya envejecido mal (especialmente teniendo en cuenta que la gran mayoría de sus decisiones de diseño siguen intactas en esta nueva versión). Solo han pasado once años desde su lanzamiento, algo que en otros medios haría que plantearse un remake sonase absurdo. ¿Por qué, entonces, una década no suena a locura dentro del mundo de los videojuegos? Que la tecnofilia es una cosa que, lamentablemente, forma parte de la industria del videojuego no es ninguna novedad. Que esta no le hace ningún favor al medio, tampoco debería sorprender a nadie. Nos venden la idea de que el avance técnico es síntoma de progreso cultural y no solo no es así, sino que es dar un paso atrás. Demon’s Souls, lamentablemente, se ha visto atrapado en ese ciclo, y es que todas las piezas del tablero estaban perfectamente colocadas para ello.
En un mundo ideal, me gustaría poder decir “Ah, si no te gusta el remake, ¡ahí tienes el original!”, pero hay muchísimos más matices detrás. Para empezar, está el tema de la retrocompatibilidad, una de las controversias detrás de la nueva PlayStation. Tener el videojuego comprado en PlayStation 3 no significa nada si tu máquina deja de funcionar, y estas consolas no van a ganar en salud con el tiempo. A día de hoy, varios modelos de PlayStation 3 originales tienen grandes problemas de temperatura, acortando la vida útil de estas. Teniendo en cuenta que ninguna de las sucesoras de esta máquina tiene la capacidad de jugar a su catálogo, toca pensar en que en algún momento será muy difícil para la gente poder disfrutar de todos los títulos de PlayStation 3, incluyendo Demon’s Souls, a través de hardware original o aprobado por Sony. Si bien es verdad que ahora existe PSNow, no me parece que ese servicio sea una solución. Tener que alquilar licencias digitales que pueden desaparecer de un día para el otro no solo no arregla el problema, sino que nos mete en otro bastante gordo. La accesibilidad y preservación del medio es un jardín difícil de explorar, con muchos matices y complicaciones, y es necesario que nos vayamos mojando más en ello. Pero ahí, lamentablemente, no acaba la cosa.
El 28 de febrero de 2018, los servidores de Demon’s Souls cerraron tras más de 8 años de servicio. Es cierto que no se trata de un juego puramente multijugador, pero gran parte del encanto y la innovación de los Souls viene de su uso único e imaginativo del componente online. Las invasiones (que encima forman parte de uno de sus combates más originales), las manchas de sangre y los mensajes de otros jugadores son estandartes de la saga, y el título original ya no tiene acceso a nada de eso. Ahora mismo, el Demon’s Souls original no es el videojuego que era cuando llegó al mercado, ni es la obra que imaginaron sus creadores. Está, a efectos prácticos, permanentemente mutilado. Este rumbo hacia los componentes online y las actualizaciones solo hace que la conservación del medio, algo bastante descuidado de por sí, se enfrente ante una gran amenaza. Si Demon’s Souls no hubiese tenido un remake, literalmente sería imposible disfrutar de la experiencia en línea dentro de este título. ¿Significa esto que esta nueva versión ha venido a salvar el legado del original? Si, como han hecho otros remakes, también dotase a los jugadores de alguna manera de acceder a la versión de 2009, diría que sí y me parecería un movimiento maravilloso. Pero no es así. Al juego de From Software ahora se le ha sumado otra traba para no quedar aún más en el limbo. No es un juego olvidado, pues la versión de Blue Point ha hecho que sea enormemente relevante en el panorama actual, pero tampoco tiene un lugar propio en 2020, siendo relegado a existir como la versión capada, obsoleta y “peor” de esta aventura.
No pienso que Demon’s Souls Remake sea un mal juego. ¿Cómo podría? Me encanta el original y me alegro de que ahora haya mucha más gente que esté disfrutando de la obra. Tampoco opino que la visión de BluePoint haya destruido a la de Miyazaki, pero no puedo evitar sentir cierta amargura. Quizás esto sea muy pesimista, pero es difícil no preocuparme por que la fecha de caducidad del valor cultural y actual de los videojuegos parezca estar acortándose. Es cierto que la emulación es un parche para este tema a nivel particular, pero no creo que sea una solución, y lo peor es que todos los verdaderos arreglos que se me ocurren para esta situación son, como poco, utópicos. Sí, en este artículo me he centrado en Demon’s Souls, pero esta media existencia podría ser la realidad de todos los videojuegos en un futuro. Los DLCs y las actualizaciones son el pan de cada día en el medio y han supuesto un avance, pero aún no nos ha tocado lidiar con las consecuencias de los apagones tecnológicos. El problema de los remakes tan prematuros no pasa por su calidad, sino por el potencial que tienen para acabar alejándonos de las obras originales, las cuales ya juegan con desventaja. Si de verdad amamos este medio, tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano por proteger sus orígenes y su legado.