Out Run Postgame

No-Stalgia #1 | Out Run

Out Run es un título del que llevo bastante tiempo queriendo hablar, pero para el que nunca encuentro el momento o las palabras adecuadas. Es una espina clavada de esas que es difícil de sacar y que lleva años atormentándome. La primera vez que oí hablar de este juego fue en este vídeo del bueno de BeetBeatBit, que nos cuenta las bondades de la obra de conducción de Yu Suzuki. En él se habla de la sensación de libertad, de sentir el viento en la cara mientras conduces y de… bueno, si realmente os interesa, ahí tenéis el enlace para verlo tranquilamente. A lo que quiero llegar con todo esto es que lo que escuchaba sobre Out Run era, en ese momento, realmente cautivador para mí. Un juego de conducción donde ir a tu ritmo y disfrutar de los paisajes. No hay carreras porque literalmente eres tú, tu coche, la chica en el asiento del copiloto y la autopista. O eso es lo que pensaba yo.

Mi primer contacto con la obra no fue el que yo esperaba. No me llegué a sentir cómodo con esas mecánicas que no me habían contado. Tras unos pocos minutos al volante no paraba de preguntarme: ¿Por qué voy conduciendo y de repente se termina la partida? ¿Qué es lo que tengo que hacer para pasar de la primera fase? ¿Dónde está mi libertad?

Out Run

Lo que ocurría es que Out Run era un título arcade y en su momento no lo comprendí. Tras muchos años desde que empecé en el maravilloso mundo de los videojuegos mi experiencia con esta clase de títulos ha sido más bien escasa. Son muchísimos años de exposición a los juegos de consola con un principio, un final y puntos intermedios con una trama que va avanzando, etcétera, etcétera. Mi cerebro no procesaba que Out Run estuviera orientado a que cada vez que perdías tuvieses que meter otra moneda en la máquina recreativa para poder seguir jugando. Obviamente no jugué en una recreativa, sino en un emulador, pero la filosofía del diseño arcade sigue ahí. Este tipo de videojuegos tienen una tara, o un hándicap si lo queréis llamar así. Acceder a ellos cuesta muy poco y hay que rentabilizar de alguna manera el producto, así que, en vez de pagar por la experiencia completa, lo haces en pequeñas porciones. Cada vez que pierdes tienes que pagar, o bien para continuar tu partida, o bien para empezar una nueva. Y, claro, hacer dinero es más sencillo si haces que perder no sea especialmente difícil. Pero ojo, porque también tienen que jugar con ese equilibrio de no llegar a ser demasiado frustrantes para mantener al jugador enganchado y que siga metiendo monedas. Hay muchas horas detrás de cada juego arcade dedicadas a equilibrar esa balanza entre dificultad y satisfacción.

Creo que lo que hace Out Run para mantenerte dentro es su estilo. Cuando lo ves por primera vez te das cuenta de que no es un videojuego de coches normal, no encaja exactamente en los estándares, tiene algo que cautiva, pero no sabes muy bien el qué. La canción que vas a escuchar la eliges a ciegas mientras de fondo se oye el sonido de las olas. Cuando finalmente inicias la partida, te acoge ese mix summer vibes lofi eurobeat o como sea que queráis llamar al género musical de los sintetizadores relajantes. El cielo de su primer tramo de ruta lo acompaña a la perfección. Ese azul rodeado de las playas que se parecen a las californianas o floridenses que transmiten esas sensaciones de lo que el cine estadounidense me ha enseñado que fueron los 80. Y después de esto, llega una bifurcación que nos trasladará a otro paisaje y después otra, y otra y otra… La incógnita de saber qué es lo que nos deparará detrás de cada cruce, el afán por escuchar todas las canciones y ese ambiente tan refrescante son el cebo de Out Run para que sigamos jugando y, por tanto, invirtiendo más tiempo y dinero en él.

Out run

Pero no fue solo la dificultad arcade lo único que me alejó de Out Run la primera vez que intenté enfrentarme a él. Mi torpe yo del pasado no había lidiado demasiado con emuladores salvo por alguna ocasión en la que había intentado un (fallido) desafío Nuzlocke de Pokémon Esmeralda. Tampoco sabía cuántos botones tenía un mando de Mega Drive, versión que jugué en su momento y que es la misma que he utilizado para escribir este texto. Me encontré en la situación de que nunca llegué a saber que había un botón para cambiar de marchas. Teniendo en cuenta que es algo providencial, ya que empezamos la partida a la velocidad más baja y con ella es imposible alcanzar el primer punto de control, el muro de lentitud con el que me choqué hizo que perdiera la paciencia en poco tiempo.

Pero esta es una historia de redención. Esta vez, equipado con un mando en vez de un estúpido teclado, he completado Out Run varias veces y le he pegado una paliza a mi yo del pasado. El proceso de terminar la partida cruzando la línea de meta ha sido de todo menos fácil. La obra de Yu Suzuki exige dominar las mecánicas y, sobre todo, memorizar el trazado de la carretera. No va tanto de saber girar en el momento justo sino de acordarte cuando va a tocar una curva o cómo de pronunciada es esta. Por supuesto no vamos a acordarnos de cómo es toda la vía, así que también intervendrá nuestra habilidad al volante para saber ir ajustando velocidades y para saber el momento justo en el que realizar el cambio de marcha para que el motor no se bloquee. Una de las cosas que aprendes mientras juegas es que merece mucho más la pena reducir la velocidad drásticamente para evitar una colisión que intentar apurar si existe algún peligro de que nuestro Ferrari salga volando por los aires. En ese sentido, Out Run es en cierto modo tramposo. La sensación de libertad que abría este texto existe. Sin embargo, esta no viene dada solamente por sus gráficos, su música o su ambientación. No, lo que hace que sintamos la sensación de libertad es la combinación de todos estos elementos con la velocidad.

Out Run

Ir muy rápido es algo que da mucho gusto en la mayoría de videojuegos. Hacerlo mientras esquivas un obstáculo en el último segundo todavía más. El tema es que la velocidad aquí tiene un precio muy alto, de ahí que haya dicho que es algo tramposo. El máximo es de 192 millas por hora. A esa celeridad es casi imposible no salirse de la vía o chocar con alguno de los otros conductores, algo que como ya mencioné en el párrafo anterior nos puede costar la partida. Aquí Yu Suzuki nos pone en la disyuntiva de ir seguros y cómodos o de disfrutar al máximo de lo que nos ofrece el título bajo la coacción de saber que en cualquier momento nos podemos quedar fuera. Y es el dominio lo que hace que esa disyuntiva desaparezca. Ser un pro gamer de Out Run es lo que hace que puedas sentir esa sensación. Esquivar todo a la perfección sin renunciar a los adelantamientos locos por apenas centímetros, ver pasar los árboles a tu lado tan rápido que no puedes ni siquiera apreciar qué forma tienen, cruzar la línea de meta cuando solo quedan unos pocos segundos para que se te agote el tiempo… Todo eso es lo que hace que Out Run te haga sentir poderoso, habilidoso y, sobre todo, libre.

Yu Suzuki, he saldado mi deuda contigo. Ambos hemos salido ganando. Estamos en paz.