My Memory of Us

My Memory Of Us, la amistad en medio de la guerra

Al horror de la Segunda Guerra Mundial, y en concreto al del nazismo, se han acercado prácticamente todos los géneros artísticos. Sin embargo, el trato de las obras más mainstream ha sido muy simplista en el mejor de los casos, y revisionista en los peores. Las películas más conocidas, las made in Hollywood, han venido recreándose en el heroísmo del ejército de los Estados Unidos y la acción y la violencia desatada en el conflicto. Una «americanada», como se suele decir, vaya. En el mundo del videojuego no iba a ser menos, y seguro que todos podemos enumerar un buen puñado de títulos bélicos cuya mecánica principal es elegir bando y matar al contrario.

En esta situación, siempre es importante reconocer las obras que se esfuerzan en volver a recordar los crímenes del nazismo y sus cómplices. Y, por supuesto, a sus víctimas; una responsabilidad que cargamos entre todos para que la barbaridad del fascismo no resurja de nuevo. Sobre todo, si ese recuerdo se hace sin regodearse en una guerra (esto es, reflexionar sobre las razones que llevaron a su estallido, no usar la guerra como mero escenario en el que construir un shooter, etc.) y más en el recuerdo de quienes hicieron frente a la barbarie, y en cómo pudo verse todo aquello a través de los ojos de un par de niños. De esto último trata My Memory of Us, un juego de puzzles con el que el estudio polaco Juggler Games quiere homenajear a las víctimas polacas del nazismo.

El color rojo contrasta con el resto del juego, en blanco y negro

My Memory of Us nos cuenta la historia de un viejo librero, que cuando ve la cara de una niña pequeña que entra en su tienda se acuerda de las aventuras que corrió con su amiga hace mucho, mucho tiempo… A través de una serie de niveles, manejamos a los dos pequeños protagonistas, el joven librero y su amiga. Podemos cambiar el control de uno a otro, pues cuentan con distintas habilidades a la hora de resolver los puzles que se nos irán presentando. El chico por ejemplo puede acercarse sigilosamente a otras personas, mientras que la chica corre. Necesitaremos recurrir a ambos para resolver el nivel. Muy inteligentemente, podremos hacer que se cojan de la mano para que avancen a la vez y que no se quede ninguno atrás.

Estos desafíos, que al principio representan los juegos habituales de dos niños pequeños, pronto se convierten en cruciales para sobrevivir cuando estalla la guerra. Sin previo aviso, el malvado Rey Robot invade la ciudad (una versión de cuento de Varsovia) con su ejército mecánico. Los humanos caen derrotados y ahora la ciudad vive bajo el régimen de los robots. Una de las medidas es pintar, en principio arbitrariamente, a un sector de la población de color rojo. A partir de entonces, la gente roja es humillada incluso por los que fueron sus propios conciudadanos, y los robots les prohíben ir a ciertas zonas o les obligan a trabajar. El color rojo resalta con el resto del juego en blanco y negro, y es utilizado tanto como recurso narrativo como para señalarnos objetos importantes para resolver los rompecabezas. De esta forma, el juego consigue una estética propia (aunque no novedosa) que nos ayuda a completar el juego y también a entender la historia. No hay diálogos, expecto por las pequeñas secuencias de vídeo narradas por el librero ya anciano (interpretado por la voz inconfundible de Patrick Stewart). En su lugar, los personajes recurren a bocadillos con esquemas y dibujos, más que suficientes para saber lo que nos piden o lo que ocurre a nuestro alrededor, pues de fondo (o a veces en el plano de frente) hay personajes secundarios que también tienen sus vivencias y afrontan la guerra como pueden. Estos detalles tal vez sean de lo mejor del juego, pues nos enseñan directamente, en lugar de con explicaciones largas, cómo la gente normal se ve afectada por la guerra y cómo hasta en estos momentos de horror es capaz de encontrar pequeños momentos de felicidad.

Gran parte de los puzles consistirán en hallar formas de escondernos de los robots

Jugablemente hablando, los puzles son el centro del título. A pesar de que los fondos están dibujados con cierta profundidad y hay varios planos, los protagonistas (en el plano del medio) solo podrán avanzar o retroceder, a veces subiendo escaleras o superando algún obstáculo. Los acertijos son breves y sencillos, pero satisfactorios de resolver. A veces tienen cierto toque plataformero, jugando con la posición de los dos niños, en otros prima la observación de los datos que se nos muestra en la pantalla pues en alguna máquina nos piden una clave secreta, etc. Casi todos los puzles representan la superación de un obstáculo dado por las circunstancias, sobre todo a partir de la invasión del Rey Robot (el juego aprovecha que los villanos son máquinas para que su jugabilidad gire en torno a ellas, lo que le da cierto toque steampunk también). Pero hay algunos que resultan demasiado arbitrarios, como por ejemplo al principio, en el que tenemos que colocar unos platos de cierta manera cuando el abuelo de la niña les invita a cenar. Son los que menos, pero notar que hay «relleno» siempre corta un poco la inmersión. Puntualmente, también podemos quedar atascados en algún puzle por algún detalle que no queda del todo bien indicado, pero nada que nos tenga atascados demasiado tiempo. Según avanzamos, estos rompecabezas van complicándose, nunca en exceso, y resultan más divertidos y satisfactorios. Pero cuando precisamente se alcanza este nivel, el juego termina y nos deja con ganas de más. Para darle cierto toque de coleccionismo, también hay fotos escondidas (no demasiado) en cada nivel, que luego podremos ver desde el menú principal, de personajes reales que estuvieron involucradas en la ocupación alemana de Polonia.

En el juego podemos ver cómo se impone el Rey Robot y su discurso del odio

El apartado artístico es quizá lo más cuidado del juego, queentra por los ojos enseguida. Junto con el uso del color (blanco y negro, con filtro de película antigua, incluyendo ese parpadeo de manchas y líneas cuando avanzan los fotogramas, y por encima de todo, el color rojo) destaca también el estilo de dibujos, que nos recuerda a los cortos animados de Disney de los años 30. También es digna de mención la banda sonora, obra del también polaco Patryck Scelina. En ella combina instrumentos típicos de la música del país como el acordeón o el violín, con sonidos mecánicos que representan al Rey Robot. Quizá lo peor de todo sean las secuencias de vídeo entre niveles. Lo que se cuenta en ellas varias veces es redundante o anticipa algo que veremos por nosotros mismos en la historia de manera atropellada, no parece que el guión de las mismas esté bien integrado con las partes jugables. Además, el estilo de dibujos animados que tan bien le queda al juego pierde mucho en estas secuencias. Otro detalle es que la resolución de las mismas es muy baja, y a veces se reproducen pixeladas y a trompicones (al menos en la versión para Nintendo Switch, desconozco si en el resto ocurre lo mismo). Eso sí, todos los vídeos están subtitulados en perfecto castellano, y los menús también. Habiendo hecho ya esta introducción a la parte técnica, el juego sí se ve nítido, especialmente bonito en modo portátil, y salvo un único momento (la sala del puzle es especialmente grande y hay varios robots moviéndose), fluido. También está casi libre de fallos obugs… excepto otro momento concreto en el que los protagonistas deben disfrazarse de soldado robot: si intentas subir entonces unas escaleras, el modelo de los niños se gira y sólo pueden desplazarse verticalmente a través de ellas, sin poder tocar el suelo y obligando a salir al menú principal para cargar de nuevo la partida. Nada que lamentar, pues los puntos de guardado automático son habituales, al igual que los puntos de control cuando fracasamos en algún puzle o nos descubre un soldado robot.

Las secuencias de vídeo entre niveles están narradas por el librero, interpretado por Patrick Stewart

Por último, es inevitable hablar de la vertiente histórico política de My Memory of Us. Juggler Games ha querido homenajear sobre todo a las víctimas polacas, pero también contar una parte de la historia que a día de hoy sigue siendo un problema en su país. Este es un punto a favor muy importante: el juego enseña cómo parte de la sociedad de la época fue cómplice de los invasores nazis, adoptando sin mayor dificultad el relato de que los judíos y por extensión cualquier grupo que se enfrentara a los nazis eran seres despreciables y había que marginarlos, humillarlos, y en última instancia, exterminarlos. En la historia del juego no aparecen nazis ni judíos, pero sí robots y gente pintada de rojo, un simbolismo poco sutil que los propios creadores reconocen, pues en las fotos coleccionables nos cuentan la biografía de personas reales de la época, casi todas de gente que sufrió las consecuencias de la ocupación y que aparece en el propio juego, algunas más directamente que otras. Hay una foto especial, la del Rey Robot, en la que nos explican que es obvio quiénes son estos invasores y quiénes los pintados de rojo, pero que consideran que “los robots”, en especial su rey, no merecen ser nombrados de nuevo. El Rey Robot es efectivamente Adolf Hitler, una de las personas más ruines que ha tenido la desgracia de pisar esta tierra. Se puede entender el razonamiento de no nombrarlo, y de cambiar a los oficiales de las SS por autómatas que visten una versión casi idéntica de su uniforme, y a los trenes que llevaban a los campos de concentración a miles de personas por algo más parecido a una nave espacial. Al fin y al cabo se supone que estamos viviendo la historia a través de unos niños (tal vez para hacerlo apropiado para que lo jueguen también los más pequeños), y jugablemente la existencia de robots y máquinas da más cancha para incluir puzles. El precio de esto sin embargo es dar lugar a una versión muy naïve del nazismo. Como nos dicen los propios creadores, es importante recordar la historia, pero una parte importante es que los nazis fueron, y siguen siendo, personas. Es sencillo identificar al mal con monstruos, dragones, o un seres fríos y metálicos como los robots, pero al fascismo lo componen personas de carne y hueso, que nos topamos en nuestro día a día, y que a pesar de todas las atrocidades cometidas por los suyos, siguen intentando justificarse y presentarse como hombres y mujeres con una forma de pensar tan válida como cualquier otra, en lugar de los asesinos que en realidad son, o aspiran volver a ser. En este campo de batalla nos encontramos ahora, con la responsabilidad de señalar y podar cualquier atisbo fascista antes de que vuelva a crecer, disfrazada con cualquier otra careta, o la historia volverá a repetirse. El mundo de los videojuegos no puede decir que está libre de ellos, y por citar un ejemplo que tristemente no es el único, existe gente que recrimina a Wolfenstein ser propaganda social justice warrior porque trate sobre… Matar nazis.

Casi siempre podemos observar de fondo cómo afecta la guerra a la vida de la gente

En resumen, My Memory of Us es un juego de puzles, bonito y entretenido, aunque breve, en el que Juggler Games ha puesto mucho mimo. El diseño artístico y la música son preciosos, y la historia de los protagonistas, de la que no se ha dicho nada para evitar spoilers, es muy enternecedora. Una vez terminado, da la sensación de que podría haber sido mucho más si se hubieran cuidado algunos aspectos. Y que tal vez, en cuanto a denunciar un acontecimiento horroroso de la historia se queda a un nivel muy inocente. Pero desde luego My Memory of Us es un título al que merece la pena jugar.