Dentro de esta industria, como jugadores hemos hecho ya un montón de cosas. Hemos salvado el mundo de alienígenas, hemos saltado y escalado muy alto, y hemos disparado mil y un armas; estas acciones han servido como experiencia de entretenimiento puro, como ejercicio narrativo y como obra didáctica. Los videojuegos nos han presentado mundos de fantasía, mundos hiperrealistas, mundos desiertos, superpoblados, e incluso universos infinitos. Pero, hasta ahora, pocas veces se nos había intentado instruir en una cultura como tal; Mulaka llega para cambiar eso.
Este título, desarrollado por un equipo mexicano llamado Lienzo, destila amor por los cuatro costados. Amor por una cultura en extinción, amor por una tierra y por su gente y amor por los propios videojuegos. Es muy evidente que el equipo se desvive por lo que busca transmitir; tanto es así que parte de los beneficios económicos que la obra genere irán destinados a preservar lo poco que queda de la cultura Tarahumara que, por desgracia, da sus últimos coletazos en la zona norte de México. Esto es, en sí mismo, un acto muy noble y coherente con el objetivo final del título.
Al más puro estilo Naruto, en Mulaka se nos contará la historia de Mulaka, un guerrero Tarahumara con una misión: salvar el mundo. Deberemos enfrentarnos al dios Terégori tras haber reunido el apoyo y la bendición de diversos semidioses. Aún así, por manido que suene, el concepto se ejecuta muy bien aquí. Quizás, esto sea así debido al énfasis que se realiza en que prestemos atención a su ambientación.
Nada más comenzar nuestro viaje, nos encontramos con una enorme planicie prácticamente exenta de vida vegetal. Visualmente, Mulaka exhibe con orgullo un marcado estilo low-poly, una estética acertada si me preguntáis; sus cualidades evocativas se ven potenciadas y reforzadas mediante esta decisión. Además, su acabado es muy bonito, así que no hay pegas. El desierto que nos recibe pronto se ve interrumpido por unos lugareños amistosos; nos hablarán en español, pero no castellano, un detalle muy bonito y que da mucho sabor, personalidad y cohesión temática a lo que se nos cuenta.
La trama de Mulaka nos lleva por distintos lugares: ciudades, valles, selvas… Lo variado de sus entornos hace que la navegación por su mundo se mantenga fresca y sorprendente. En ellos, a menudo nos encontraremos con personajes simpáticos, con mucha gracia y salero, que ayudarán a dar profundidad al universo en el que nos encontramos. Nos darán información sobre sí mismos, sobre los enemigos del nivel, sobre su hogar o incluso sobre nuestra procedencia. Es habitual que se nos proporcionen datos sobre cómo vivían los guerreros Tarahumara, su conexión con la naturaleza y los dioses y semidioses, o el poder e importancia que llevan consigo.
Como guerreros Tarahumara, en Mulaka nos veremos envueltos en multitud de combates. La acción es inmediata aquí y, aunque limitado en cierto modo, su sistema de combos y ataques especiales es satisfactorio. De hecho, no queda exento de presentar algunos momentos muy espectaculares, como los ataques mágicos. La navegación por el mapa divierte y presenta un reto moderado, con una estructura similar a la de títulos como la saga The Legend of Zelda (cosa que reconocen y de la cual se ríen ellos mismos). Las formas son sencillas, pero el quid de la cuestión no es precisamente el combate o la exploración, a pesar de ser los pilares jugables.
Mulaka se presenta como una gran herramienta de aprendizaje dentro de un juego decente. Tras pasar por la piel del Sukurúame Mulaka, siento que conozco un poco más una cultura que no sabía que apreciaría tanto. Sin duda, un paso más en la diversificación de este medio, que tanto nos ha dado y más nos puede dar.