Para aquellos que hemos vivido siempre con un mando bajo el brazo, generalmente puede ser difícil ponernos en la piel de aquellos que aún no se han iniciado en el hobby. A la industria parece que le pasa lo mismo, buscando que cada jugador venga con ciertas cosas aprendidas de antes para poder comportarse de manera competente dentro del medio. Si bien es verdad que esto es algo que no se suele dar (o, si se da, es de manera mucho más limitada) en otras formas de entretenimiento y cultura, sí que hay títulos que pueden acomodar gamers primerizos. En esta edición de Memory Card, nuestros mecenas de Patreon han elegido este tema que exploremos.
El Profesor Layton y la Villa Misteriosa (Pablo Martínez 🌐)
La mítica saga del elegante profesor es otro de esos títulos que se han vuelto anacrónicos. Y, por ello, es un título excelente para comenzar a jugar videojuegos. Un juego cuyo desafío principal consiste en resolver una gran cantidad de puzles variados y divertidos de todo tipo: lógicos, matemáticos, visuales, etc. A nivel mecánico es realmente accesible, controlándose únicamente mediante la pantalla táctil de, o bien su consola original o compatible (es decir, Nintendo DS o 3DS) o la pantalla del móvil al estar actualmente disponible para Android e iOS.
Si tuviese que definir la saga del profesor, diría que es una mezcla entre una película de Estudio Ghibli y la sección de entretenimiento del periódico, pero muchísimo más variada y, por supuesto, divertida. Puzles que harán al jugador esforzarse por resolver, pero siempre a un nivel asequible para la mayoría de las personas. Y a pesar de ello, incluye un muy bien pensado sistema de pistas, para evitar dejarte bloqueado en ese enigma que no puedes superar.
Además de ello, como ya he mencionado, jugar cualquier título del Profesor Layton es como dar un paseo por un museo y una sala de conciertos a la vez. Sus fondos, diseños y personajes cuentan con un estilo muy propio y trabajado, con una música que permite sumergir a cualquiera en el extraño pueblo de Saint-Mystère, lugar donde el famoso profesor fue invitado por una extraña carta que, cómo no, incluía un puzle a resolver.
Porque en la villa misteriosa, evidentemente, hay un misterio que resolver. Y aunque todos los juegos de la saga tengan esa premisa, he de decir que del que realmente me enamoré fue de este mismo enigma. Recorrer las calles del pueblo, hablar con sus curiosos habitantes y poco a poco ir desenmarañando que es lo que ocurre y dónde está la famosa manzana dorada que se nos ha encargado hallar.
En definitiva, Profesor Layton y la Villa Misteriosa tiene todo lo que un videojuego puede ofrecer a un jugador nobel: Simpleza en sus mecánicas, una narrativa sencilla de entender pero interesante, un apartado artístico atractivo, y un contenido fácil de extrapolar fuera de los videojuegos como son los puzles y adivinanzas.
Hohokum (David Sánchez 🌐)
Cuando alguien se enfrenta por primera vez al videojuego como medio, es importante que comprenda que lo que se hace con el control suele tener una respuesta inmediata en lo que sucede en pantalla. A este respecto, la primera toma de contacto con Hohokum es ver una figura serpenteante que aparece desde la esquina inferior de la pantalla y que reaccionará ante cualquier orden que le dé la persona que esté a los mandos. La primera asociación queda clara, la colorida serpiente somos nosotros.
A partir de este preciso instante, Hohokum se convierte en una invitación constante a la experimentación. Sus casi ausentes restricciones a la hora de desplazarse por sus escenarios hacen pensar en él como un juego ideal para principiantes. Aunque sí que tenga objetivos a completar, se preocupa poco por cómo o cuando decidamos afrontarlos. Lo importante es que mientras los llevamos a cabo o pasamos de ellos, toda acción que realicemos -siempre relacionada con el movimiento- tenga una respuesta ya sea visual o sonora.
Los niveles se van haciendo más complejos porque cada vez hay más elementos en pantalla y cada uno reacciona a nuestra presencia de manera única. Pero al no presentar estos ningún reto, solo incentivan la constante y genuina curiosidad que despierta en el jugador la aparición de cualquiera de estos elementos.
Son estos estímulos sensoriales los que convierten a Hohokum en una experiencia única que cualquiera puede vivir a pesar de no haber tocado un videojuego en su vida. Cuando el control se convierte por inercia en un acto inconsciente, la viveza de formas y sonidos con los que interactuamos dentro de sus escenarios llevan a esa sensación de fluidez tan asociado a este medio y tan complicado de alcanzar en otras artes y actividades humanas.
Ignoro si la cantidad de objetos y sus distintos comportamientos son los más aconsejables para introducir a los más pequeños en el videojuego. Pero la inmediatez, libertad y descubrimiento constante de Hohokum encapsulan la esencia de experimentar por primera vez este medio.
Wattam (Iván Lerner 🌐)
La primera vez que vi Wattam, me pareció un título de lo más curioso. En esta época de los videojuegos, es hasta difícil encontrar algo que no quiera mostrarse como un título mega serio. Con el incremento de costes de producción, es normal que las empresas quieran apelar un público más grande, además de que culturalmente estamos más acostumbrados a que lo serio sea más «adulto», mientras que las cosas más relajadas tienen un aspecto más infantil. Si bien es verdad que no todo es así, es difícil debatir que gran parte de los títulos que vemos a día de hoy tienen un público objetivo de adolescente para arriba. Wattam (y en general las obras de Keita Takahashi) se permite apelar a un público que busca algo desenfadado y atípico, mientras que mantiene la barrera de entrada bastante abierta.
Cuando me preguntan de qué va Wattam, siempre digo que de hacer feliz a la gente, y esto es algo que afecta no solo a su premisa, sino a todos sus aspectos. Es un título en el que no se puede perder y las instrucciones son generalmente mecánicamente sencillas. El juego no tiene una trama compleja que seguir, ni mundos enormes llenos de recovecos que explorar, sino que se desarrolla íntegramente en plataformas sin obstáculos pobladas por criaturas que pedirán al jugador completar una serie de favores. Es una idea sencilla, pero no condescendiente, ya que (pese a su escasa duración de unas 3-4 horas), el título tiene una curva de dificultad que se basa, sobre todo, en ampliar el plantel de personajes jugables y dotarlos de habilidades únicas.
Al no basarse explícitamente en una competencia mecánica general, sino en prestar atención y entender el propio título, no pide al jugador estar versado en el medio. La cosa empieza bastante tranquila y da la oportunidad a aquellos primerizos a familiarizarse con los espacios 3D y algunas de las idiosincrasias de los videojuegos, mientras que mantiene la regla de que no se puede perder. No le exige a la gente excelencia, conocimientos previos y habilidad, sino paciencia y comprensión. Si a esto le sumamos que es uno de los juegos más inocentes, felices y bonitos que he visto en los últimos años, tenemos un paquete que puede tener gran atractivo para gente que quiera iniciarse en el medio, ofreciendo una experiencia accesible, sencilla y curiosa.