eSports

Luces, cámara y acción: “La Chispa”

Los deportes electrónicos (eSports) han ido aumentando su influencia en los últimos años. El videojuego cada vez toma más importancia en la sociedad del entretenimiento y su escenario competitivo, a la par que su público, crece y crece constantemente. Año tras año se realizan numerosos torneos de distintos títulos que atraen a miles, e incluso millones, de espectadores. Y no solo eso, sino que cuentan a su vez con millares de participantes que se baten en duelo por demostrar sus habilidades y, sobre todo, quién es el mejor.

Ahora bien, nos encontramos en nuestro hogar con el ordenador encendido y vemos en Internet decenas de directos abiertos, cada uno emitiendo una competición de un juego distinto. Entras a uno al azar y te encuentras con una ronda en semifinales de Street Fighter V. Presencias técnicas avanzadas de jugadores expertos y retransmisiones exaltadas de comentaristas que gritan el nombre de tecnicismos propios del género de lucha. Cerramos la ventana, abrimos otro vídeo y, aunque el título es totalmente distinto, el aura que le rodea es similar: un ambiente de gente emocionada y comentaristas efusivos.

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Llegados a este punto veo dos clases de personas: la que, asustada por el nivel tan alto del escenario competitivo, ni intenta jugar, y la que, asombrada precisamente por dicho nivel, quiere llegar lo más cerca posible de este. Si me preguntáis dónde me sitúo yo mismo, os respondería que en el tercer grupo. Sí, he hecho trampa, pero así quedaba más dramático. La tercera persona sería la que simplemente disfruta jugando y viendo competiciones con más o menos asiduidad. Podemos considerar que la mayor parte de la comunidad de jugadores se encuentra en este sector. Sin embargo, hoy quiero hablar de mi experiencia, de dar el paso de jugar casual a competitivo, todo ello debido a cierto título que encendió “la chispa”, en mi caso, Dragon Ball FighterZ.

Dentro de los eSports reduzcamos el espectro a los videojuegos de peleas. Nos queda un panorama con juegos como TekkenStreet FighterBlazBlueSoulcalibur, etc., donde dos muñecos se pegan en un escenario predeterminado a través del incesante aporreo de botones de jugadores que parece que saben lo que hacen, realizando combos que disminuyen de manera notoria la salud del rival, acompañado de los gritos del público.

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El primer videojuego que me hizo interesarme por ver cómo se manejan los jugadores profesionales fue Super Smash Bros. Por desgracia, empecé hace años con Super Smash Bros Brawl (que es peor que pegar a un padre). Posteriormente, me adentré en Super Smash Bros 4 y, gracias a la gente que me rodea, entré en el grandioso mundo de Super Smash Bros Melee, el cual sigue teniendo gran importancia en la escena competitiva y 16 años después de su lanzamiento continúa teniendo lugar en las EVO. Sin alargarnos mucho más, cabe destacar que este hecho se debe a su increíble profundidad jugable y la persistente comunidad que lo mantiene vivo.

Aunque me encantaba (y encanta) esta franquicia, no me implicaba al 100%, no se encendió “la chispa” de la que hablaba antes, a pesar de que en su día pensaba que sí. Intentaba ser mejor y me frustraba si perdía por errores propios. No obstante, no era un problema si pasaba una temporada sin jugar y tampoco tenía especial interés en expandir mis fronteras en cuanto a encontrar nuevos rivales se refiere. Digamos que en mi pequeño círculo competitivo estaba a gusto.

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Siempre me ha atraído esta saga, ya que no se basaba en encajar combos predefinidos, sino que a través de golpes individuales (no se conectan automáticamente con otros aunque pulses reiteradamente ese botón) y saber moverse en 360º por un escenario con plataformas, creabas tus propias estrategias para sacar a tu oponente de los límites del mapa, mecánica principal de dichos juegos, como bien sabréis. Por supuesto, hablo a grandes rasgos, dado que cada título del género cuenta con sus propias mecánicas y profundidad jugable. Ahora llegamos al punto importante, el detonante que me hizo ahondar en los videojuegos de lucha, en implicarme en su comunidad activamente e interesarme por los torneos profesionales que se realizan alrededor del mundo.

Dragon Ball FighterZ me ha brindado una de las mayores satisfacciones jugables de toda mi vida. Inicialmente me atrajo por el propio manganime que trata, pero la propuesta jugable de Arc System Works me sorprendió gratamente. No solo posee un gran atractivo visual, sino que también un impecable apartado jugable, siendo sencillo entrar, pero difícil de dominar. Fue el primer título del género que juego a diario y donde realmente tengo un deseo incesante de ser el mejor. Me produce ganas de viajar, participar en diversas competiciones para encontrar nuevos rivales y conocer a más jugadores que les apasione para poder compartir técnicas, opiniones y experiencias.

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Aunque no todo es bueno, en este punto surge un nuevo nivel de frustración: la de darlo todo y no ser suficiente. Te encuentras con muros en el camino donde de verdad duele no poder superarlos. Incluso llegas a querer dejarlo. Aun así pienso que lo bonito de esto es “la chispa”  que te hace seguir jugando al día siguiente, las ganas que evitan que te rindas y vuelvas a entrar en el modo práctica. Quizá no seas el mejor ni llegues a serlo nunca, esto no es un libro automotivacional. El objetivo, al menos el mío, es estar lo más cerca posible del máximo nivel y, por supuesto, divertirte jugando. Por último, si queréis conocer algo más de mi visión de este juego os dejo este vídeo. Creo que es buena hora para echarse una partidilla y como diría Goku, “espero descubrir a rivales más fuertes”.

Nos vemos en el ring.