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La supremacía ficticia de los clasistas

La hipocresía occidental que recorre la sociedad actual, gritando y luchando por un progreso constante, acuciado por una necesidad imperiosa de evolución y desfallecimiento de aquel pasado oscuro y nefasto para muchos, es la que se apega a un clasismo postmoderno. Uno nacido de un progreso que da pasos hacia atrás, que camina de espaldas por un camino ya asfaltado.

Se exigen cambios, mejoras, actualizaciones y evoluciones de los títulos que cada año se publican. Se exige una renovación del mercado, de lo que se vende; mas se desprecia lo nuevo, se menosprecia los géneros nacidos recientemente, o las verdaderas actualizaciones de antiguas joyas. Se sobrevalora lo clásico, lo que se conoce que funciona; se crea una superioridad de aquellos que osan atreverse a meterse en pleno 2017 en un juego de 16 bits, alegando e, incluso, creyéndose mejor, más inteligente, listo y perspicaz; que aquellos que optan por un juego de 2009, de un género nacido hace relativamente poco.

Es la hipocresía del sector, creada e incrementada por los jugadores y consumidores, lo que secciona a la comunidad, lo que provoca esa categorización de «listos» y «tontos» auspiciada, obviamente, por esos «listos» que apenas saben siquiera diferenciar entre opinión y conocimiento. Se sobrevaloran los RPG clásicos, o los denominados metroidvania; y se infravalora los MOBA o, aunque de nuevos tienen poco, los mundos abiertos o sandbox. La categoría «listos» antepone la narrativa a la experiencia, los personajes a la jugabilidad, y a pesar de ser meras opiniones, una subjetividad inmensamente personal, lo extrapolan al conocimiento y muestran esa superioridad; despreciando gustos y una paleta de colores que, entre todas las tonalidades, solo observan el blanco y el negro.

Aferrados a pensamientos y creencias que alegan que «lo viejo» es mejor, como el razonamiento que los Final Fantasy clásicos son mejores que las últimas entregas, cierran los ojos hacia experiencias no solo nuevas en su propio dominio, a sus géneros y obras favoritas; sino a géneros en sí, o sagas nuevas que crecen de la nada, sin una publicación a finales de los ’80 o los ’90.

Ante todo eso, pasa por mi mente una serie de preguntas: si todo lo antiguo es mejor, ¿es la Ilíada mejor que Hamlet, o El Quijote o Platero y yo? ¿Se puede considerar a Homero mejor escritor que Ernest Hemingway, Julio Verne o Charles Dickens? O, puesto de otra manera, ¿es Osamu Tezuka una nimiedad al lado de Homero? ¿O Inio Asano? Si todo lo «antiguo» —o, mejor dicho, «clásico», porque el término antiguo o viejo echa para atrás, sobre todo, a esos “listos” del sector, que prefieren referirse a esos con el término clásico— es mejor, entonces cualquier obra nueva, ya no solo de los videojuegos, sino de arte, literatura, cine, etc.; va a ser «peor» (o aclaremos, «no tan bueno» como ese clásico). No se le otorga la duda, no se le permite a nadie siquiera dudar. Es entonces cuando esos «listos» monologan que es una opinión que algo te pueda gustar más que otra cosa, pero que «el clásico» es objetivamente mejor que ese nuevo juego, u obra. ¿Quién dice que ese juego, primero de todo, es un clásico? Y, segundo, ¿quién dice que es buenísimo? En la literatura, por ejemplo, hay estudiosos, hay una historia detrás de esta que permite a personas formarse en el ámbito de la escritura, de la narrativa, etc.; y hay expertos que clasifican sobre qué es muy bueno, como, por ejemplo, la Academia Sueca al entregar el Nobel de Literatura (aunque premian al autor, no al libro en sí).

¿Y en los videojuegos?

Es fácil encontrarse a «expertos» en el sector, a críticos mundialmente conocidos que son escuchados, seguidos y obedecidos indiscutiblemente; y son los auspiciadores de esa lista de «mejores videojuegos de la historia». Expertos que a veces no son mundialmente conocidos, sino tuiteros aburridos que se etiquetan ese adjetivo en sus biografías por simplemente haber estudiado periodismo y gustar los videojuegos. Lo curioso es que ni saben en qué código se ha programado un juego, qué motor gráfico se ha usado; y no hace falta eso, ni siquiera saben por qué la narrativa es como es, por qué el creador ha elegido contar la historia de esa manera; o que existe una diferencia entre «homenaje» y «copia». Y, es más, son expertos por haber jugado a Chrono Trigger, a Final Fantasy I, al primer Metal Gear, a A Link to the Past; a Asteroids o cualquier shmup de los ochenta. Son expertos porque han jugado a los «clásicos», y siempre ves cómo comparan un juego con Ocarina of Time, y el dichoso Templo del agua. Desprecian, o simplemente se creen superiores, por analizar Breath of the Wild en vez de comentar y analizar los parches de un juego online como League of LegendsOverwatch o Playerunknown’s Battlegrounds. Obviamente ellos son buenos críticos, son expertos y con un conocimiento mucho más amplio del sector. No importa que esa persona que trabaja en torno a juegos online, como los citados, haya jugado a todos los The Legend of Zelda; o que ame con locura la saga que creó Hideo Kojima. No importa que su juego favorito sea Half-Life 2Ese individuo no analiza juegos «de verdad», la calidad del sector, y hace símiles con los «clásicos»; por ende, es, a veces, menospreciado, o simplemente infravalorado por esos «listos».

Esas miradas virtuales repletas de superioridad, de supremacía ficticia, que navegan por la red cuando alguien aclara que le encanta Overwatch, y que, en contrapunto, no le llama nada un título de la saga The Legend of Zelda, o no aguanta la saga SoulsEs esa superioridad, esa supremacía ficticia lo que me trae aquí. ¿Por qué? Porque estoy harto de que los jugadores de videojuegos en línea sean considerados por un sector con problemas de personalidad inferiores que otros. Porque estoy cansado de leer, escuchar, ver y hasta sentir cómo muchos ponen un juego clásico por encima de Dota 2 o League of Legends, simplemente porque es un clásico o se asemeja a este. Estoy aburrido de leer que Warcraft es mejor que Dota 2 por ser «el original», o de que «no puedes decir que de verdad te gustan los videojuegos si no has jugado Majora’s Mask».

Poniendo por escrito una parte de mí, del redactor de estas palabras, debo confesar que mi videojuego favorito es The Witcher 3, un título de 2015 que, a mi parecer, es muchísimo mejor que Ocarina of Time o cualquier MGS; y reconozco que es pura subjetividad, no pienso obligar a nadie a pensar como yo. Y lo mismo pienso de Heroes of the Storm, el cual he disfrutado y me agrada más que la saga Diablo o, incluso, Final Fantasy XIII. Y Final Fantasy XV me parece de lo mejor de la franquicia. Es cierto que hay obras que han significado mucho para la historia del videojuego, algo que pasa en todas las ramas de arte (literatura, cine, etc.), y es innegable que a algunas se las clasifique como «clásicos»; pero es demasiado pronto para que seamos unos escépticos con lo nuevo, con la novedad que trae cada año.

Como ya escribí en otro artículo:

Lo «clásico» una vez tuvo que ser nuevo, otorguemos una oportunidad siempre a lo nuevo; el beneficio de la duda.

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