Hasta hace pocos años, La Naranja Mecánica, basada en la obra literaria homónima de Anthony Burgess, era —sin lugar a dudas— la película que más veces había visionado en mi vida. Eso cambió —peaje emocional que uno acepta complacientemente al ser padre— con el nacimiento de mi primer hijo. Ahora, paso horas y horas (que en ocasiones se hacen interminables) escuchando las sonrisas de un porífero que vive en Fondo de Bikini, Bob Esponja: un héroe fuera del agua. Lejos quedan aquellos tiempos en los que junto a mis compañeros de correrías nocturnas (sin más intención que la pura diversión inocua), en especial Yupi y Pirado, transitábamos el camino a la discoteca Bulevar Mediterráneo repitiendo de manera monótona y cíclica las frases de Alex y sus queridos “drugos” en su jerga Nadsat, además de la canción Molly Malone que tarareaba el vagabundo borracho que aparecía al principio de dicho film: “La bella ciudad de Dublín, las muchachas mozas son como un jazmín, ahí vi a la dulce Molly Malone, que tiraba y tiraba de su carretón…” Eran tiempos, también, de Super Nintendo (Super Mario World, Castlevania IV, Super Probotector. Aliens Rebels), Playstation (Resident Evil y Medal of Honor) y series como Dragon Ball Z.
Más de dos décadas después de esas maravillosas vivencias de juventud, este sorprendente y rompedor largometraje no ha tenido la plasmación videolúdica que hubiésemos esperado (y deseado), más allá de pequeños homenajes pixelados en forma de secuencias animadas, directamente inspirados en la narrativa que se proyectó en los cines. Rastreando de manera superficial por la red podríamos caer fácilmente en el engaño. Pese a algunas referencias o imágenes que circulan en internet, no existe ningún título inspirado directamente en esta película. ¿A qué se debe esta carencia? ¿Qué bulos circulan en internet? ¿Qué tipo de productos, en formato pixelado y digital, existen sobre esta película?
A Clockwork Orange, en su denominación original, es un canto a la ultraviolencia, un debate interminable —remontable a las pretéritas épocas de Platón y Aristóteles— sobre la verdadera naturaleza del ser humano y su aceptación o no como ser social. Dependiendo de la interpretación que escojamos, entenderemos si su protagonista, Alex De Large, actúa violentamente de manera intrínseca o movido por una problemática contextual que lo “dirige” a actuar de esa manera (conductivismo): ausencia de valores, crisis social y política, inestabilidad familiar… Como se manifiesta en una de las primeras escenas, Alex preguntaba con sorna al sin techo al que está a punto de golpear, “¿y qué tiene este mundo de cochino?”—a lo que su futura víctima responde—”es un cochino mundo porque ya no hay ley ni orden, …¿a qué clase de mundo hemos llegado?”. Son claros guiños al especial marco histórico en el que se ubicó su rodaje. A principios de los años 70 el desencanto social se había apoderado de los jóvenes, tal y como expresaba claramente el crítico Javier Urrutia en su blog El tornillo de Klaus:
Las nuevas generaciones estaban desencantadas y no encontraban el canal para vincularse con la generación anterior, demasiado preocupada por formar parte de la clase media. El único lugar al que parecían aferrarse era la ficción, la música popular o las modas. Olas de vandalismo inundaban las calles. La liberación sexual no ayudaba a calmar el estado de ansiedad de los padres, sino todo lo contrario. De manera que a finales de los 60 nos encontrábamos en un panorama desolador en cuanto a la situación general de los jóvenes de clase media occidentales, aquellos que tenían todo lo material a su alcance pero sentían el vacío emocional y espiritual de una sociedad que ya no creía ni en la revolución ni en la religión. Lo único que les quedaba a los jóvenes era el escapismo. Y esa evasión la encontraron en la televisión, el cine, los cómics y la música popular. Pero más allá de esos momentos de liberación, seguían estando vacíos y desorientados.
La Naranja Mecánica ejerció, desde un primer momento, una marcada influencia en todo género de medios de comunicación y expresión. Desde el campo cinematográfico son destacables sus símiles con títulos posteriores como Trainspotting; o la repetición de algunas de sus escenas más míticas o estéticas en Tenacious D, en la que los “snoglos” (imitando la vestimenta de Alex y sus drugos, al compás de la melodía de apertura Music for the Funeral of Queen Mary de Henry Purcell) dan una paliza al cantante JB; en series como Los Simpson (por ejemplo, en la vigésima temporada, capítulo La Casa-Arbol Del Terror XXV) o Legion, en la que el mutante David Haller es encerrado en el Hospital Psiquiátrico Clockworks. En internet destaca la página web 30 Seconds Bunnie Theatre, en la que se realiza una parodia a cámara rápida protagonizada por una especie de conejos. En el ámbito musical, el grupo británico Blur en su canción The Universalrecreaba de una manera muy particular el Korova Milk Bar así como el maquillaje y vestimenta de sus protagonistas; así como también Rob Zombie en Never Gonna Stop. Y así una larga lista de referencias, como recoge Joaquim Bataller en su excelente artículo.
El lector interesado en el mundo del videojuego se preguntará sorprendido a estas alturas, ¿dónde están los títulos sobre el mismo? La casa no se empieza en el tejado, y máxime en una creación de esta complejidad. Ahora bien, creemos llegado el momento de construir la techumbre del presente ensayo. Uno de los primeros bulos que encontraremos y que nos llevan a la confusión lo podemos encontrar en diferentes portales como el Recca’s blog. En él, su autora se pregunta si existía algún juego sobre La Naranja Mecánica y cómo podría ser: “¿una especie de novela visual, un RPG, un Beat-em-up, un clon de Grand Theft Auto?” Cierra su reflexión señalando que lo mejor sería una combinación de todos estos géneros. En las últimas líneas de su entrada menciona que existió una versión jugable de esta película en la Atari 2600, pero que ha sido imposible localizarlo. Nosotros decidimos probar suerte donde otros habían fracasado. Y nuestra arrogancia nos condujo al mismo resultado: nada. Lo más llamativo es que, incluso, se puede localizar una imagen de la supuesta portada que tuvo.
Después de mucho navegar e investigar pude encontrar el origen de este bulo. En un blog especializado en temas de Atari, el usuario “Stargunner” indicaba que había hecho una versión beta de La Naranja Mecánica a partir del videojuego de carácter pornográfico, X-Man, en el que Alex debía superar un laberinto hasta llegar a una chica de la que tiene que abusar. Los únicos peligros eran unas tijeras y un cebo que podían cortar el miembro erecto del protagonista.
La compañía británica BytewareShop también contribuyó a crear confusión en este aspecto. Formada por el escritor Johny Griffin y el diseñador digital Stefan Smith, venden desde hace casi diez años carteles e impresiones online para la supuesta consola vintage de 8-bits Byteware Rev-16 (ver imagen 2). Los imaginarios juegos habrían sido ideados, a su vez, por la empresa Inspirosoft, en un claro guiño a la auténtica Ocean Software, que en los años 80 y 90 realizó decenas de videojuegos basados en películas, como RoboCop, Batman The Movie y Rambo entre otros muchos.
El primer claro homenaje a los protagonistas de La Naranja Mecánica, extraído directamente de un videojuego, se localizaba en la intro de Conker’s Bad Fur Day, de la consola Nintendo 64. Su protagonista, una ardilla roja, al igual que Alex en el Korova Milk Bar, mira desafiante al jugador desde su gran trono, bebiendo un vaso de leche, mientras suena la música de apertura dicha película.
En el año 2014, 8-Bit Cinema, especializada en realizar breves cortos de estética pixel art de afamadas películas (al igual que Dorkly Bits), lanzó en la red su particular versión de A Clockwork Orange. Ideada por David Dutton y con la excepcional adaptación musical de Henry Dutton, en apenas 2:30 minutos realizaba un repaso de sus escenas más representativas desde este formato videolúdico. Tras la pantalla de presentación típica de cualquier juego, con las palabras “press start”, con un fondo monocromo rojo y el rostro de Alex con bombín, aparecía (siempre desde un ángulo picado, que nos convierte en espectadores privilegiados de esta historia), el bar preferido del grupo de drugos, tomando su bebida favorita, leche-plus (su consumo daba energía extra). Al salir, Alex golpeaba con su porra característica a un conductor para robarle el coche frente a las puertas del Korova Milk. Seguidamente, debía esquivar a la policía y mientras huía atropellaba indiscriminadamente a los peatones. Se recreaba, a continuación, el linchamiento al vagabundo (en este caso de manera solitaria); la pelea con la banda de Billyboy; la llegada a la casa del matrimonio, con la brutal violación de la esposa; la disputa entre Alex y su séquito a los pies del canal (momento en el que consigue su “Bonus round. Keep both women in bed”). Luego, y tras “superar” esta prueba (aparecía un botón rojo a la lado derecho que el supuesto jugador debía pulsar lo más rápidamente para conseguir su objetivo); se trasladaba a la casona de la mujer de los gatos, que es golpeada y asesinada con una escultura en forma de pene gigante. Posteriormente, la traición y su apresamiento; el sometimiento al tratamiento Ludovico mientras suena de fondo el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Beethoven; su salida y venganza a manos de su antiguas víctimas (sus drugos y el esposo —ahora minusválido a consecuencia de los golpes que sufrió por parte de Alex— de la mujer violada), hasta el intento de suicidio. Este corto se cerraba con una de las frases míticas de la película: “I was cured, all right” (“sin lugar a dudas, me había curado”).
En el año 2015, los fans de Grand Theft Auto V, a partir de las mecánicas y decorados de Los Santos y del Condado de Blaine, en el que se ubica la narrativa, recrearon las escenas más conocidas de La Naranja Mecánica. Ubicaba los personajes de Kubrick en unas localizaciones totalmente diferentes, lejos de aquella estética futurista, llena de blancos y vacíos. Se incluía la música y narración original de la película. Resultaba muy llamativo ver a Alex junto a su grupo (Pete, Georgie y Dim) lanzar cócteles molotov o golpear con bates, modernos y lujosos coches actuales. Como decía Chris Plante en The Verge, “un poco de ultra violencia en un mundo [actual] ultra violento”. No se equivocaba.
A fecha de hoy, 2019, podemos afirmar con rotundidad que La Naranja Mecánica, lejos de significativos y puntuales homenajes inspirados en otros títulos o adaptando la composición gráfica típica del mundo pixelado, no ha generado un videojuego inspirado directamente en ella. Considerada una película de culto, cualquier intento de modificar su narrativa o argumento principal para su adaptación a este medio, podría encontrar un rechazo generalizado por toda aquella legión de cinéfilos que la han “videado” (expresión que utilizaba constantemente Alex) de manera incansable desde su estreno. Otro aspecto problemático es la carga de violencia conceptual (más allá de la puramente visual) que reside en ella. Lejos de los típicos FPS, roguelikes, metroidvanias y RPGs… existen creaciones, en el extremo de los triple A, enfocadas a un público más reducido y especializado, que han intentado sustituir este género de violencia tan directa y visceral (donde la sangre constituye su elemento identificativo) por otra subyacente a las propias mecánicas y entornos que ofrecían. Era el caso de los not games, de Jordan Magnuson, destacando The Killer o Freedom Bridge, que a través de la simplicidad geométrica, la música y la empatía, eran capaces de expresar en 2D, fondos monocromos y en apenas varios minutos la crudeza del genocidio camboyano o el dramatismo de la separación de las dos Coreas. Primar el mensaje sobre el aspecto gráfico sin perder intensidad y dramatismo es una tarea compleja, que ha alcanzado sus mejores cotas en los denominados newsgames, en los que los crímenes contra la humanidad o la vulneración de los más elementales Derechos Humanos —capaces de ser más “violentos” que cualquier título de la saga Doom— son reflejados a través de mecánicas donde la empatía afectiva y cognitiva sustituyen al propio acto de matar: una nana tradicional tutsi para silenciar al pequeño bebe de Liliane en Hush; un padre que debe escoger la manera de salvar a su hija Liyla en la franja de Gaza de los ataques israelís, pese a que sus decisiones llevarán siempre a un futuro funesto…
Como demuestran estos ejemplos, se hubiese podido trasladar La Naranja Mecánica al formato digital primando el mensaje y la narrativa sobre la simple reproducción de las escenas más conocidas. Pero este planteamiento, sin lugar a dudas, hubiese escandalizado a esa pléyade de fans a la que anteriormente aludíamos. ¿Cómo sacar un videojuego sin la aparición de Alex mientras grita “esto es un crimen” a la par que suena Beethoven y se proyectan imágenes de asesinatos, violaciones, torturas…? Su pervivencia en el imaginario colectivo, la censura que sufrió desde su estreno, la complejidad, la excepcionalidad y la estética de La Naranja Mecánica, una auténtica reflexión sobre los problemas sociales de la contemporaneidad y de la propia naturaleza del ser humano, son anatemas que han impedido su adaptación a otros formatos visuales. ¿Quién osaría a modificar tal obra maestra y perder la esencia de la misma? Por mucho que lo deseásemos, podemos jugar mentalmente a ser por unos momentos Alex y sus drugos sin necesitar de darle al Play.