Espero que te recuerden.
Es una línea que Thanos le dedica a Tony Stark en un momento clave de Avengers: Infinity War. Dirigida, desde mi punto de vista, más hacia el espectador, cual mini ruptura de la 4ª pared anticipando un fin de ciclo, que hacia los habitantes de la realidad en la que combaten.
Fui a dos sesiones durante su estreno. La primera, al igual que cualquier fan del MCU (o Universo Cinematográfico de Marvel), henchido en deseos de presenciar la conclusión a 10 años de películas, de nuestras vidas. 10 años de algo más que producciones de gran presupuesto conformando una obra coral; amistades nuevas, encuentros con tu gente de siempre para ese ritual de 2-3 horas y su prórroga de comentarios, inquietudes que te invitan a profundizar en el género del que proceden, desarrollo de sentimientos hacia personajes y actores que se han instaurado en nuestra realidad y a los que vemos crecer en la pantalla, un largo etcétera.
La segunda ocasión, estabilidad emocional bailando, en versión original y tras realizar un tour express por cómics relacionados con el evento. Comprendiendo los entresijos, esfuerzos, referencias y licencias que se toman con la obra. Disfrutando aún más si cabe la experiencia, como quien se recrea con un buen vino. La tercera vez fue con mi padre, en el salón de mi casa, sin que él hubiese visto nada previo a Infinity War.
He pensado mucho en esa noche de cara a enfocar el análisis de Kingdom Hearts III. ¿Hasta qué punto pesa en la valoración ser el cierre a una saga tan fragmentada que, entre plataformas y a lo largo del tiempo, ha ido tejiendo un hilo común? ¿Se sostiene por sí solo y es amable con el neófito? ¿Ha madurado su fórmula o, esclava de sí misma, su audiencia inicial e hija de su tiempo, se antoja insuficiente? El caso es que mi padre disfrutó Infinity Warpese a las lagunas, y tal vez no podría decir lo mismo de esta entrega si fuera a ciegas, que ya sería un punto a tener en cuenta en el que no voy a recrearme. Allé voy.
Comencé Kingdom Hearts III con ganas y buena predisposición, que para eso solté 64,95€ sin ser yo un gran fan aun habiendo jugado todos los títulos, hará un par de veranos, gracias a las recopilaciones Kingdom Hearts HD 1.5+ 2.5 Remix y Kingdom Hearts HD 2.8 Final Chapter Prologue, con el añadido de Kingdom Hearts 0.2 Birth by Sleep – A fragmentary Passage (esto es criminal). Me he encontrado con dos obras muy distintas en las 30 horas que a mí, con mis ritmos y tiempos de juego, me ha llevado completar la aventura de Sora. Unas 25 horas en esas idas y venidas por los distintos mundos, y 5 de traca final. Quiero destacar primero esto último, porque tal vez luego vengan curvas.
El trayecto final de Kingdom Hearts III impacta, convence y conmueve. En cierto modo, en contraste con el resto del juego, llego a percibir que hace trampas cuando a base de cinemáticas y un uso excepcional de una banda sonora maestra (merece que sobrecargue la expresión), comienza a tocar teclas dentro de ti que, a nada que a lo largo de la saga hayas conectado con parte del elenco de protagonistas, logra despertar un pequeño festival de emociones que culminará, sección jugable mediante con un pico de dificultad que echas en falta durante todas las horas previas, en un desenlace que Tetsuya Nomura espera que recuerdes, un cierre digno que cumple con creces y con el que dudo quede alguien descontento. Ahora bien, mis primeras 25 horas han sido un viaje en el tiempo, de estos que tanto gusta el autor, a la época en la que surgió la saga o, siendo generoso, el año en que salió al mercado Kingdom Hearts: Dream Drop Distance, 2012. Salvando las evidentes diferencias técnicas y de escala e ignorando el tiempo de desarrollo, esta tercera entrega numerada bien podría haber salido poco después del título de Nintendo 3DS si en lo que a evolución como obra se refiere en ciertos aspectos.
Con esto quiero señalar que la estructura del juego —viajas a un mundo, te mueves por él cumpliendo objetivos y, en mayor o menor medida, presenciando una historia relacionada con el universo del nivel en cuestión mientras avanzas en una trama mayor— se antoja hueca. Mi primera impresión fue que la fórmula estaba obsoleta y que me chocaba la falta de innovación. “Pero es que Kingdom Hearts es así”, he leído y escuchado hablando sobre el tema y, claro, yo, que el fin de semana pasado una señora me dijo que su nieto “no sabe aparcar de otra forma” al meter media rueda en mi plaza de parking de Triana por entrar mal, cuando mi lado contrario da a una pared, no compro el argumento. Aquí podríamos hablar sobre si hay falta de ambición/innovación, cuestionar también si realmente procedía en este juego al ser conclusión de una historia tan longeva con sus pilares claros, pero lo sorprendente es que ese no es el problema, sino la falta de corazón/alma que, irónicamente por la saga en la que estamos, he observado en gran parte de los mundos.
Para deberle tanto a Disney (salvo unos ejemplos y por lo que recuerdo), a diferencia de cómo lo sentí con las primeras entregas de la saga, el trato que reciben sus mundos es descuidado, casi sin cariño, al convertirse en meros vehículos de paso para que la trama general avance. ¿Nada nuevo en el horizonte? Tal vez, pero Kingdom Hearts III en ese aspecto tiene peor ritmo (de ahí que desvincule las 5 horas finales del resto) y, como decía, en esta entrega salta demasiado a la vista que las franquicias a las que recurre son raíles sobre los que Sora avanza a golpe de keyblade sin que quieran contarnos nada relevante en la parada de turno. No acostumbran a sostenerse por sí solos, no tienen una narrativa independiente que convenza y sea ajena a lo que está por llegar con Xehanort y compañía, e incluso el factor nostalgia pierde valor cuando no siguen 1:1 la obra, porque las acciones del jugador no suelen importar (a excepción, como menciono anteriormente, de contados casos que, por ahorrar spoilers, evito nombrar explícitamente y que sí suplen estas carencias).
Es una pena, porque si bien no ocurre constantemente, y hay ejemplos claros en los que disfrutas sabiendo que tus actos guardan coherencia con lo que estás haciendo, que vas a dejar un aporte una vez te marches, no abundan y en ocasiones esos mismos mundos presuponen que conoces el trasfondo en el que se desarrollan (esto último va por cierta licencia donde aparece un actor que bien, lo que se dice bien, no me cae), pudiendo ampliar aún más la sensación de confusión si, además de nuevo en la saga, desconoces la franquicia que estás visitando. De esta forma transcurre la mayor parte de la obra, con pinceladas en ocasiones irrisorias de lo que está por venir cuando algún encapuchado aparece brevemente, se le llena la boca y te calienta la cabeza por eso de que se va a pelear cierta keyblade con un paladar, y desaparece.
Cerrado ese tema, otro aspecto que quizá no termine de resultar satisfactorio a algunos jugadores es el combate y la gestión de la dificultad. Desde que empezó la agresiva campaña de marketing a lo largo del año pasado, con nuevos tráileres cada poco tiempo, no me cansaba de comentar en mis círculos que me preocupaba que el flujo del combate se viera comprometido por la cantidad de posibilidades si no fueran una recompensa al esfuerzo, sino un comodín constante. En cierto modo ha sido así, sumado a que Kingdom Hearts gestiona la dificultad en base al daño que recibes, con algún que otro cambio en la IA de los enemigos, pero en menor medida el segundo método.
El combate de Kingdom Hearts III es vistoso, un espectáculo gracias al abanico de opciones a tu alcance, pero al cabo de pocas horas empecé a sentir que se veía mucho mejor a cómo lo sientes a los mandos, como una fantasía de poder que no convence. A tu alcance tienes hechizos, combos, objetos, transformaciones de llave espadas, vínculos/invocaciones, acciones con tus compañeros y atracciones, casi nada. Sin embargo, cuando digo a tu alcance, es literalmente a tu alcance, porque cuesta poco más de dos combos completos comenzar a desbloquear las opciones más poderosas en cualquier combate para sentenciarlo. La preocupación por el ritmo se cumple cual profecía, estando peligrosamente cercana la proporción de tiempo que ocupan los scripts al activar tu repertorio (salvo que decidas ignorarlo) del que realizas activamente a los mandos, y es fácil acumular 3 comandos en la lista de espera casi sin darte cuenta.
Ya resueltos los aspectos más relevantes a mencionar (y para cerrar con un apunte positivo), he de decir que he disfrutado bastante de la experiencia. Lo digo concluyendo estas líneas con The Other Promise de fondo, mientras sonrío y afloran algunos momentos de pasadas entregas junto a Roxas, Lea, Terra, Riku y otros tantos personajes con los que conectas, junto a los nuevos recuerdos que surgen con Kingdom Hearts III. A fin de cuentas,entrar en Kingdom Hearts es firmar un pacto no escrito con el autor y su estilo que, si bien dista de ser perfecto o simplemente no es como esperas, sabe dejar una huella muy personal porque emocionar en esta industria no siempre es sencillo. Que las patas por las que se tambalea el título se detecten al poco tiempo ha invitado a tolerarlas con poco esfuerzo para centrarme en los aspectos positivos y, como mencionaba al inicio del análisis, la emotiva recta final pesa muchísimo a la hora de asentar la impresión que deja conforme van cerrando los créditos.
No teniendo claro mi interés en el futuro de la saga tras quedar satisfecho con el epílogo, veo fácil que sus carencias puedan ser resueltas con más tino para mejorar aún más este cruce de universos y llaves-espada de Tetsuya Nomura.
Got it memorized?