La salud mental, y sobre todo la falta de ella, es un tema que todavía nos cuesta abordar en muchos casos. La búsqueda de ayuda psicológica no es una decisión que se suela tomar a la ligera. Es más, en ocasiones ni siquiera es una opción que se contemple. No obstante, una terapia bien aplicada, en la que podamos deconstruir nuestras debilidades para transformarlas en fortalezas, puede conllevar cuantiosos beneficios. Este proceso es lento, costoso y no falto de obstáculos, algo que nos muestra con gran acierto Hellblade: Senua’s Sacrifice.
El juego de Ninja Theory nos ofreció una aproximación a los trastornos psicóticos, y de ello se ha hablado largo y tendido. Sin embargo, también representa un viaje mediante el cual aliviar nuestro malestar, algo que podríamos entender como acudir a terapia. De esta manera, Hellblade es una travesía a través de nuestros temores, nuestras inquietudes, nuestra inestabilidad. Porque no son pocas las veces en las que nos empeñamos en crear un yo ideal que dista mucho de cómo somos realmente, y además hacer hincapié en cuán lejos estamos de alcanzarlo, o en las que deseamos revertir una situación en la que nada podemos hacer para evitarla.
Siguiendo esta línea, hay circunstancias modificables, pero también hay otras que son inamovibles. Para superar sus consecuencias, independientemente del poder de acción que tengamos, debemos adaptarnos a la nueva realidad, porque avanzar significa ser conscientes de estas categorías y aprender a aceptarlas. Así pues, para describir el proceso de terapia de este juego, lo simplificaremos organizándolo en cuatro momentos: la decisión de ir a buscar ayuda, la asistencia a las primeras sesiones y el reconocimiento del trastorno, las tareas entre las citas y las técnicas de afrontamiento, sin olvidar las posibles recaídas, y la recta final del proceso y la aceptación. Aviso a navegantes de que a partir de este punto, habrá destripes sobre el juego que nos ocupa. Dicho esto, ¿por qué no nos acompañas?
Cada puerta que abres hacia la oscuridad…
Empezamos, pues, por el emprendimiento del viaje. A lo largo del juego, resulta evidente que el trastorno de Senua no se ha manifestado de la noche a la mañana, ni ha tenido que ver directamente con la reciente decisión de encaminarse hacia Hel, sino que el desencadenante es, en este caso, la muerte de su amado, Dillion. De esta manera, nuestra protagonista piensa en buscar ayuda, comenzando así una aventura que le permita expresar lo que siente, al mismo tiempo que le proporcione un significado a lo que acaba de vivir.
Senua sabe que no va a ser un camino fácil, pues conoce los obstáculos presentes durante el mismo, así como los posibles rodeos que se verá obligada a tomar. Todo ello sin contar que, si consigue llegar hasta el final, su devenir estará en manos de la caprichosa Hela. Mas eso no es un impedimento para perseguir su objetivo, ya que, además de su inquebrantable voluntad, cuenta con el recuerdo de Dillion y con un más que presente Druth, que hace de guía en los momentos de más dudas y mayor confusión. Ya no hay vuelta de hoja, ya no puede echarse atrás; no puede decepcionarse a sí misma ni, mucho menos, decepcionar a Dillion.
Una vez se ha tomado esta difícil decisión, queda algo que en ocasiones exige más esfuerzo por nuestra parte y, sobre todo, constancia: asistir regularmente a terapia. Las primeras sesiones son fundamentales, no solo para conocer a nuestro terapeuta y entablar una buena relación profesional, sino para comprender qué es lo que nos pasa y cómo podemos actuar con respecto a ello. Porque las batallas más arduas se libran en la mente. En este punto, encontramos las pruebas de Valravn y de Surtr, dos pasajes que describen bien esta etapa del proceso debido a que, por un lado, nos dan a conocer y nos familiarizan con las mecánicas del juego y, por otro lado, nos presentan un par de elementos que se repetirán alguna que otra vez durante la partida.
De esta manera, estos eventos, que se sitúan en los primeros compases del juego, sirven para entender cuál es el trastorno de Senua, ya que nos presentan sus características, así como sus síntomas. Pero no solo eso, sino que ambas pruebas, relativamente independientes del camino principal aunque necesarias para avanzar, simbolizan las técnicas de afrontamiento que aprendemos con el fin de modificar nuestra conducta y dar un sentido más adaptativo a nuestros pensamientos, entendiendo de una forma distinta nuestra realidad. Los obstáculos que allí nos encontramos, lejos de suponer una traba para nuestro recorrido, siempre que obviemos que el fuego puede llegar a matarnos, forman parte de una estrategia para poder seguir adelante y conseguir nuestro propósito. Esto cobra mayor sentido si tenemos en cuenta que más tarde, tanto los portales como los episodios relacionados con el fuego serán elementos necesarios para seguir adelante y para poder sobreponerse a la situación.
Llegados a estas alturas del juego, ya tendríamos las experiencias básicas para comprender qué significa esa faceta que nos hace diferentes y para luchar por nuestro bienestar. Aun así, con esto no basta, puesto que las técnicas que nos han presentado deben ser practicadas para poder acceder a ellas en cuanto alguna situación nos desestabilice con el fin de beneficiarnos de sus efectos lo más rápidamente posible. Dichas técnicas no son otra cosa que, por ejemplo, ejercicios de relajación, la exposición a aquello que nos da ansiedad o la identificación de pensamientos que interfieren en nuestra estabilidad. A su vez, aprenderemos unas u otras en función del motivo por el que estemos recibiendo terapia. Y además, la duración de esta etapa dependerá de la utilidad de las terapias y de la mejora de nuestros síntomas, pudiendo describirla como la más variable.
No obstante, puede que algunos acontecimientos nos superen y las estrategias que ya teníamos interiorizadas se queden cortas. Esto se refleja cuando la espada que utiliza Senua se rompe y pierde su único medio para enfrentarse a los enemigos, quedando indefensa ante las amenazas del entorno. Tras este suceso, su respuesta es hacer frente a una serie de pruebas, o estrategias, nuevas con el objetivo de conseguir un arma mejor con la que poder seguir combatiendo. Después de su exitoso paso por ellas, no solo recupera lo que andaba buscando, sino que su determinación aumenta y ya está lista para afrontar la recta final de su aventura.
Sin embargo, llegar hasta ello ha venido acompañado de varias recaídas. Nuestra protagonista, al igual que cualquier ser humano, no está exenta de estos momentos, denotándose en el juego mediante aspectos como la falta de iluminación en determinados escenarios o la intensidad de las voces que escucha. Pero, aún con todo, la nota positiva es su capacidad de reponerse, volviendo a ver el sol brillar con gran intensidad mientras las voces que ponen en duda sus acciones pasan a un segundo plano.
… te brinda otra oportunidad para combatirla
Es el momento de la recta final, de adentrarse en las profundidades de la montaña y ser partícipes de nuestro destino. El fin de nuestra historia se acerca, pero nadie dijo que ya estuviéramos a salvo ni que ahora sería todo un camino de rosas. Sino más bien todo lo contrario. Estar próximos a los últimos compases de la terapia no significa que estemos curados, pues en términos de salud mental esto apenas existe, pero sí quiere decir que hemos dado muchos pasos y que tenemos mucho camino recorrido, algo que no hay que despreciar. Por eso es en este punto cuando, por muy oscuro que se presente el horizonte, tenemos el suficiente conocimiento de nosotros mismos como para ser capaces de aplicar las mejores técnicas en cada situación y de regular nuestra conducta.
Quizá nuestros síntomas no hayan desaparecido, pero muy probablemente habrán disminuido su intensidad o habrán dejado de interferir gravemente en nuestro día a día. Poco a poco vamos manteniendo a raya nuestros temores, nuestras inquietudes y nuestra inestabilidad hasta poder sobrellevar cualquier imprevisto que ocurra. Hemos generalizado lo que hemos aprendido a lo largo de este proceso, de manera que podemos actuar de forma adaptativa ante situaciones que nos provoquen malestar, gracias a que ahora contamos con un as en la manga.
Tras la batalla final, y tras haberse enfrentado a varias oleadas de enemigos, Senua intenta negociar con la temible Hela para que le devuelva a su amado, pero esta se niega. Y por si fuera poco, también intenta acabar con nuestra protagonista. De hecho, lo hace, pero es entonces cuando Senua saca la artillería pesada. Su recuerdo de Dillion es su bien más preciado, y sabe que mientras siga recordándolo, este vivirá en ella. Es en ese momento cuando comprende que la muerte no puede deshacerse, que ningún poder puede oponerse a esta, y abandona la calavera, aceptando que no volverá a ver a la única persona que creyó en ella, pero siendo consciente de que él la ha ayudado a llegar hasta el final. Recordemos que Dillion fue quien desencadenó esta aventura, y aunque el final no haya sido el deseado, la experiencia no ha sido en vano.
El final del juego se muestra ante nosotros. El ciclo se ha cerrado y la luz vuelve a brindarnos su calor, al mismo tiempo que sonreímos y hablamos de tú a tú con esas voces que han dejado de ser una amenaza. Por eso el final de Hellblade es tan satisfactorio; porque no importa que se gane o se pierda, sino que hemos aprendido a aceptarnos tal y como somos y a aceptar las situaciones conforme vengan. No importa la opinión de los demás, pues cada persona comprende el mundo de una manera y es esencial mantener esa diversidad. Porque como bien dice una de las voces cuando abrimos la puerta hacia Helheim: “¿Para qué sufrir por el pasado, si un nuevo camino se abre ante ti? Y es el único que tiene sentido”.