Daggerhood

Daggerhood: plataformas, dificultad y retro

El mercado de los videojuegos es tan variado que un día estás enganchado al título con mejores gráficos que has visto en tu vida y, al siguiente, disfrutas de pequeñas aventurasque ignoran toda tecnología fotorrealista. Este último es el grupo donde encontraremos a Daggerhood una aventura plataformera independiente en 2D que nos hará recordar irremediablemente a la época dorada de los 8 bits gracias a su estilo pixel arts, un tiempo donde se exigía mucho al jugador para alargar ese videojuego que, de otra manera, podría pasarse en una mísera tarde.

Daggerhood

Quiero empezar el análisis haciendo alusión a esto precisamente: la dificultadDaggerhood es un juego complicado desde el inicio y al que poco a poco se le eleva la curva de dificultad hasta alcanzar cotas surrealistas en los compases finales. Pese a que tengamos muy interiorizadas las mecánicas, aun así, sufriremos irremediablemente el peso de la culpa por fallar estrepitosamente en los saltos. Desde el minuto uno se exige al jugador un cálculo milimétrico de sus movimientos y que se ajuste a los tiempos precisos para poder sortear el obstáculo y enemigos de turno presentes justo donde se debe aterrizar. Todo esto puede resultar un poco frustrante al principio (en especial al público que no está acostumbrado a este tipo de juegos), pero dada la escasa durabilidad de la obra, se hace necesario este sistema de dificultad. Su papel es el de alargar la experiencia y que al menos lleve unas tardes en completar, otro factor que recuerda la época dorada de los plataformas bidimensionales. Es este tipo de títulos los que me hacen defender una postura en torno a la dificultad en los videojuegos que ha estado en boca de todos desde la salida de Sekiro: Shadow Die Twicehay ciertos videojuegos que no deben de tener un modo fácil, e incluirlo aquí sería cargarse el aliciente principal de la aventura. Ni la historia ni la jugabilidad son lo principal de Daggerhood, sino el recorrernos los escenarios lo más rápido posible para conseguir esa puntuación perfecta de tres estrellas y llevarnos los cinco tesoros disponibles en cada pantalla, además del hada que desaparece al poco tiempo, siendo nuestra prioridad por recoger. Para tal hazaña, es necesario poner de nuestra parte e intentar solventar el desafío que nos ofrece a base de morir, equivocarnos y sufrir, pero la recompensa es gratificante y justa. Si no sois de este tipo de personas, este videojuego simplemente no es para vosotros.

En esta ocasión, la dificultad es un añadido que enriquece la experiencia y que se apoya irremediablemente en un diseño de niveles calculado a la perfección para castigarnos por no sincronizarnos con los tiempos. Me resulta increíble (y es algo que valoro de los videojuegos de plataformas) que con un conjunto de colores y cambios de modelado se pueda guiar al jugador e indicarle cosas sin tan siquiera explicación. Un buen ejemplo de ello reside en la utilización de un color marrón para señalar unas estructuras rocosas que no soportarán nuestro peso demasiado tiempo, por lo que deberemos largarnos de ahí lo más rápido posible. Además, las zonas de los saltos están construidas para que, tanto si te quedas corto como si te pasas, mueras y vuelvas a empezar de nuevo el nivel entero (estos son muy cortos, pero sigue siendo frustrante, en especial si mueres al final de uno). Cuando lleguemos al último nivel de cada mundo, tendremos que huir de un jefe final (o enfrentarnos a él en algún caso), aumentando la tensión y obligándonos a ser más precisos y rápidos en nuestras acciones.

Daggerhood

A lo largo de sus cinco mundos y 100 niveles, deberemos ir aprendiendo sus mecánicas entre las que se encuentra nuestra querida daga, arma con la que nos teletransportaremos para sortear obstáculos y que constituye el eje principal de la jugabilidad. A su vez, dispondremos del doble salto, muy útil para apoyarnos en las paredes y seguir subiendo ese muro que nos impide el paso. Por otro lado, deberemos usar unos potenciadores que serán fundamentales para superar diversos obstáculos como el martillo para destruir ciertos bloques de piedra más duros (indicados con una textura más robusta y color grisáceo lo que vuelve a destacar el diseño de escenario) o las plumas que nos harán flotar un tiempo y así poder pasar una zona entera de pinchos que parecen extremadamente dolorosos; entre otros (destacar el objeto que invierte la gravedad, es el mejor de todos).

Los enemigos no son especialmente variados, pero los habrá que ataquen desde lejos, cuerpo a cuerpo o los que se disponen en las paredes para dificultarnos las labores de escalada. Como veis, la premisa es bien sencilla: teletransportarse, saltar, subir y llegar al final en el menor tiempo posible, una simplicidad que juega también en su contra, pues acaba siendo muy repetitivo incluso para las escasas horas que le echaremos a la aventura. Tampoco acompaña la historia, la cual se nos olvidará a medida que avanzamos. Se puede resumir en que encarnamos al ladrón Vicent S. Daggerhood (ya sabéis de donde viene el nombre), cuyo último intento de robo culminó con su captura y ajusticiamiento, arrojándolo en las cavernas abandonadas, un lugar del que ningún mortal ha conseguido escapar… hasta ahora. No esperéis encontraros detalles del mundo escondidos o fragmentos de lore porque no los hay. Para ser justos, este no era el interés principal del equipo desarrollador Woblyware, sino ofrecer una pequeña aventura que respiraba nostalgia y hecha para el público que disfrutaba de la era de los 8 bits (si hasta la banda sonora cuenta con ese toque retro con melodías cortas y pegadizas).

Daggerhood

Como punto más negativo, considero que la decisión de centrarse más en la velocidad que en la exploración resta originalidad y profundidad al título. Hacernos sudar la gota gorda para alcanzar todos los tesoros y conseguir el mejor tiempo no es el mejor aliciente para mantenernos pegados a la pantalla. Quizás un sistema de exploración con diferentes zonas secretas y un poco más de historia repartida entre las zonas habría venido de lujo a Daggerhood para poder recordarlo como un juego con identidad, y no más bien como una mera inspiración de lo que antaño suponía la élite de la industria del videojuego.

Para finalizar la reseña diré que, a pesar de sus carencias, es un título que divierte si te gusta el desafío. Caerás irremediablemente un sinfín de veces, pero por cada vez que mueras, aprenderás una lección: así no vas bien; cambia de táctica. Sin esfuerzo no hay recompensa y deberemos de sacar lo mejor de nosotros para solventar los obstáculos. La ineptitud a los mandos no es una excusa para abandonarlo (algo aplicable a las obras de From Software y a las retro como Ghosts ‘n Goblins). Siéntate, esfuérzate y al final obtendrás tu merecida recompensa (una analogía que se puede aplicar en muchos casos a la vida misma). Nos vemos en el exterior de las cavernas abandonadas.