“Cuando cayó un mundo humano tras otro, cuando sólo mis Spartan se interponían entre la humanidad y la extinción, a nadie le preocupaba por qué se habían creado inicialmente”
Doctora Catherine Halsey
Es difícil determinar el final de una historia. En los seres vivos, no hay vuelta atrás. Somos sumisos al tiempo, que no es sino el presente. Quedando así un pasado que es irreversible de facto. Cada hecho, cada momento o mero instante por imperceptible que sea, al tener lugar pasa a estar escrito en el tiempo. Mediante historias, hemos encapsulado principios y finales, para poder ingerirlos a medida que nuestra percepción de los hechos va deteriorándose. Cuándo llega la muerte de una obra, es una encrucijada que el ser humano, aun siendo su creador, no puede determinar; no mientras sigamos existiendo.
Solidez
Al poner punto y final a la trilogía original, el Jefe Maestro quedó en una situación argumental de standby, esperando a que Microsoft y Bungie solucionaran sus problemas y terminaran de divagar acerca del futuro. De lo que no podían percatarse en ese momento, es que la industria seguía su curso. El aire no se detiene porque los árboles se paren a pensar, y en este caso las tempestades se sucedían unas a otras mientras los gigantes de madera discernían acerca de cómo dar a luz a sus frutos.
Si bien Halo era una franquicia sólida y fácil de reconocer, sin apenas grietas ni fisuras, lo cierto es que con los años esa figura de insondable rigidez se ha descarriado. Estamos ante una de las transiciones más difíciles que jamás haya presenciado una marca reconocible dentro de las grandes sagas de videojuegos. Otras se caracterizan por ofrecer una experiencia diferente en cada entrega, como Final Fantasy, o evolucionan a partir de lo ya conocido, como Super Mario. Aquí el talón de Aquiles fue expuesto y enfocado, cuando Bungie se hizo a un lado y Microsoft se dispuso a crear una sucesora, si es que tal cosa era posible. La hoy archiconocida 343 industries nació bajo un manto de desconfianza, algo que difícilmente puede enmendarse.
Quienes hubieran seguido la franquicia desde su nacimiento, sabían de sobra a estas alturas que Halo necesitaba reinventarse o afianzarse en su posición dominante. Las dos opciones eran tan válidas como arriesgadas. Una vez que su creador ha tomado otro rumbo, cualquier aficionado, por entregado que fuera, era susceptible a la duda sembrada por todo el ajetreo empresarial. El producto más valioso a nivel de software, de una de las empresas dedicadas a la tecnología más importantes del mundo, como es Microsoft, no podía permanecer mucho tiempo en la sombra. Con la intención de mostrar su afecto y dedicación a quienes le habían llevado a tal posición, el lanzamiento conmemorativo del primer Halo se hizo inminente.
Halo: Combat Evolved Anniversary, definido tal cual por su título, fue un inicio de reconciliación con el público que podía dudar del compromiso de la nueva compañía tras los engranajes de la maquinaria. Un primer paso acertado, teniendo en cuenta la delicada situación, el de traer de vuelta la primera entrega con un lavado de cara completo. A pesar de todo, el digno trabajo de restauración quedó empañado por un giro drástico en la dirección de arte. La narrativa que emergía de aquellos escenarios primigenios, rebosantes de una imaginación que suplía las carencias técnicas, ahora eran sustituidos por una ambientación recurrente e indudablemente más genérica. Parecía imposible dar un paso hacia delante sin dar otro hacia atrás.
La verdadera tormenta llegó cuando Halo 4 viajó a través de una vorágine de expectación que lo abrasaría casi por completo. Pocos videojuegos han sido sometidos a tal escrutinio antes y después de su lanzamiento. Una de las mayores desventajas de haber formado una identidad tan firme a lo largo de los años, es que tanto moverte como permanecer en ella son un riesgo. Halo 4, allá por 2011, comenzaba con una campaña de márketing sin miedo. El Jefe Maestro seguía en pie de guerra, no había sido aparcado, como podía sugerir la anterior entrega principal.
Exoesqueleto
Con una escasa década a sus espaldas, Halo y el Jefe Maestro soportaban una presión impropia para tan corto periodo de vida. Cuesta creer que estuviéramos ante un juicio casi definitorio de una marca que no contaba más de diez años de vida en su haber. Halo 4, de esta manera, supuso un antes y un después en la forma de entender su género y su nombre. Las nuevas ideas por parte de 343 Industries fueron eclipsadas por errores puntuales; o significativos, dependiendo del usuario. Una nueva raza enemiga, nuevo armamento, localizaciones, y una evolución en la narrativa hacia un universo expandido rico y amplio en posibilidades, no eran suficiente para los deslices cometidos a la hora de honrar la jugabilidad clásica de la franquicia. Partieron con desventaja en la balanza previa al diseño de una nueva historia.
He ahí la inmensa mayoría de los errores cometidos, tanto por usuarios como por desarrolladores. La historia ya contada del Jefe Maestro, la perteneciente a sus tres aventuras anteriores, era una época cerrada. Un ciclo con principio y final, sin anclajes y sin desvestido alguno. Sin embargo, todos queríamos al Jefe Maestro. La unanimidad era abrumadora, y el héroe de tiempos pasados no podía descansar; principalmente, porque sus heroicidades eran recientes y magnánimas. Gears of War ansiaba tomar el relevo, pero no era suficiente; nunca es suficiente, como diría James Bond.
Una nueva etapa se abría ante los ojos de Microsoft. Xbox One hacía acto de presencia y, por lo tanto, cierta armadura y casco deberían acompañar al hardware de turno. Estábamos ante la tercera generación de videoconsolas de la gigante estadounidense, y su estandarte aún tenía forma de marine espacial. La estrategia parecía no tener fisuras, ya que esta vez se basaba en traer de vuelta a Halo 2, completamente remasterizado, junto a sus compañeros de la saga principal; todos remozados para la ocasión, junto a sus respectivos multijugadores. Nada podía fallar. Nada, excepto todo lo imprevisible.
El lanzamiento de Halo: The Master Chief Collection fue una desventura en toda regla; los problemas de cara a bugs y partidas multijugador no cesaban en su empeño, y la desmesurada propuesta tropezaba con su propia ambición. Lo que a priori iba a ser un lanzamiento de reconciliación sin parangón, terminó en una ruptura inesperada. Los ánimos ya no eran propicios de cara a una siguiente entrega. Halo 4 había dejado dudas respecto a si 343 Industries podría revitalizar la fórmula. Los escenarios en esta cuarta entrega estaban estudiados al milímetro, pero no con el fin de dejar espacio a la imaginación. Anteriormente, la amplitud de los lugares se prestaba a jugar con la inteligencia artificial de los adversarios, de forma que cada refriega era diferente dependiendo de cada acción. La tecnología era visualmente limitada, pero cual partida de ajedrez, cada movimiento alteraba el conjunto. En esta cuarta vuelta del Jefe Maestro, la espectacularidad no cedía terreno, y el apartado visual entraba por los ojos sin dejar tierra de por medio para otros aspectos que pudieran solicitar su importancia. Eso había sucedido tiempo atrás, y ya estábamos en tiempos de una nueva generación, pero afrontar la siguiente embarcación no iba a ser fácil.
Crisálida
Lanzado a finales de 2015, Halo 5 nos retrotrae a la cuestión inicial: es difícil determinar el final de una historia. La doctora Halsey afronta su serendipia de la mejor manera posible, pero no tiene respuesta para una posible conclusión de la misma. Esta quinta entrega principal, en el lapso de catorce años desde la primera, trata de mirar atrás mientras entrevé el futuro. Si logra alguna de ambas, queda por desvelar. Mientras el Jefe Maestro continúa su legado de forma secundaria, el Spartan Jameson Locke coge las riendas del cotarro. Por si fuera poco, la campaña en sí está pensada para cuatro jugadores, por lo que tanto uno como otro protagonista estarán acompañados de tres Spartan secundarios, con los que cuesta empatizar lo más mínimo, estando sometidos a un papel incluso terciario.
La logística argumental era arriesgada, pero de nuevo como en Halo 4, el no saber ofrecer un menú jugable conciliador de cara al usuario clásico, pasa una factura impagable. Una oferta para un jugador orientada al propio multijugador cooperativo, y sin grandes alardes de cara al diseño de la inteligencia artificial o al diseño de mapeados, hacen recaer todo el peso sobre la vertiente online. En este otro aspecto, aun cumpliendo a la larga, queda lejos de otros gigantes del género que aprovecharían estos años para afianzarse, hablamos cómo no, de los omnipresentes Call of Duty o Battlefield.
Si por algo se ha caracterizado Halo, un nombre joven y curtido al mismo tiempo, ha sido por mirar al futuro. En la distancia, 343 Industries ha demostrado saber solventar todo tipo de problemas y encarar las situaciones más a contracorriente posibles. Con la tecnología de su mano, y la confianza de Microsoft, nada debería hacernos dudar de que, en este mundo cíclico, el Jefe Maestro volviera a reinar. Es cuestión de tiempo, de guiones que nos lleven por el espacio y nos dejen disfrutar del arma intergaláctica definitiva, de que el sueño americano viaje más allá de sus fronteras, y hable todos los idiomas que el mundo ha conocido. Es tiempo de que conozcamos nuevos horizontes.