Thomas van den Berg, desarrollador neerlandés, debutó en la industria del videojuego en 2014 con Kingdom, su primer título comercial. Este fue bastante exitoso en su momento e incluso llegó a tener una secuela con un renombre similar al de su antecesora. Era una obra que llamó mucho la atención principalmente por dos motivos. El primero es que hablamos de un título de estrategia estilo Age of Empires —con su recolección de recursos, su creación de unidades y sus avances tecnológicos— pero que simplificaba al máximo sus mecánicas y permitía hacerlo todo solo con tres botones: dos para el movimiento hacia izquierda o derecha y un tercero para ejecutar acciones. Esta configuración, que de primeras puede sonar raro por reducir a tan poco un sistema tan complejo, acaba funcionando de manera más que notable. El otro pilar de Kingdom era su apartado artístico. Fue una de esas obras pioneras que empezaron a ver el pixel art no como un recurso para escapar de las limitaciones, sino como una oportunidad para crear imágenes preciosistas. En ese sentido cabe destacar la virguería visual que era tener en todo momento bajo nosotros un río en el que se reflejaba todo lo que veíamos en pantalla. Estos dos principios que explican el éxito de Kingdom, la simplicidad y la estética, también están presentes en la nueva obra de van der Berg, Cloud Gardens.
Este nuevo título, que acaba de ser lanzado en acceso anticipado, es difícil de encasillar en un género. Pero si tuviera que elegir alguna de las etiquetas más comunes que se usan para describir a los videojuegos, creo que la que mejor lo definiría sería algo así como “juego de puzles contemplativo”. En Cloud Gardens nos encontramos con una serie de pequeños dioramas de un mundo que la humanidad ha abandonado. En ningún momento se nos dice que la vida humana se haya extinguido por el cambio climático, una guerra nuclear o un apocalipsis zombi. De hecho, el título no dice ni siquiera que la humanidad haya dejado de existir. Tan solo nos pone frente a espacios creados y pensados para los seres humanos… pero que han sido abandonados hace tiempo. Lo que hace esta obra es precisamente darle la vuelta al concepto de abandono: lo que ya no les sirve a los seres humanos será reclamado por la naturaleza.
En Cloud Gardens los niveles se completan llenando de nuevo de vida esos espacios en los que ya no la hay. Comenzamos plantando una semilla en algún coche y lo que plantemos se irá expandiendo por el coche de al lado, después por la carretera y acabará llegando a trepar por la farola que iluminaba antaño esas vías que ahora carecen de tráfico. En esta obra solo hay dos cosas que podemos hacer para transformar el escenario. La primera es la de poner semillas. Sin embargo, estas no crecerán a no ser que hagamos uso de nuestra segunda forma de alterar el entorno: añadir más basura al escenario.
El mensaje de Cloud Gardens está sintetizado en la mecánica jugable que hace crecer las plantas. Para hacer que nuestras enredaderas se extiendan cada vez más lejos, hay que colocar algo ya desechado hace tiempo cerca de ella. Si quiero que mi planta crezca sana y fuerte y acabe dominando el escenario lo que tengo que hacer es colocarle una lata vacía o un carrito de la compra oxidado al lado. Y es que son los deshechos el vehículo por los que la vegetación se expande en esta obra. El discurso que se puede extraer de esa mecánica es que, al final, cuanto más explotemos los recursos naturales para crear objetos para el consumo humano, con más fuerza vendrá la naturaleza a reclamarlos.
Conforme vayamos avanzando iremos consiguiendo poco a poco nuevas semillas y, por tanto, nuevas formas de repoblar los parajes yermos del título de van der Berg. Las sensaciones que transmite y que uno puede experimentar jugando a esta obra no son diferentes a las de regar nuestras plantas y quedarse mirando lo bien que quedan en nuestro balconcito. Solo que ahora en lugar de un balconcito tenemos una ciudad abandonada completamente cubierta por hiedras, musgo y árboles. A veces es bonito simplemente pararse un rato y quedarse mirando las plantas.